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La temida invasión de los coches chinos puede hacerse realidad, pero no a corto plazo. Los fabricantes de automóviles de este país deberán aprobar antes algunas asignaturas pendientes, como el diseño de sus modelos, las normativas de emisiones contaminantes y, sobre todo, la seguridad que se exige en los mercados occidentales. El diseño es a priori el desafío más fácil de superar porque se puede encargar a los carroceros europeos. Cumplir las normas de emisiones es ya más difícil porque exige desarrollar motores nuevos y adquirir muchos de los accesorios, como sistemas de inyección avanzados, catalizadores... a los grandes proveedores occidentales, y esto supone un sobreprecio que reducirá la competitividad de sus productos. Y cumplir las normas de seguridad y superar las rigurosas pruebas antichoque constituye el gran problema para los fabricantes chinos porque implica desarrollar nuevas generaciones de modelos que exigen grandes inversiones y al menos cinco años de desarrollo.
Con estas premisas, las marcas chinas han empezado sus exportaciones en los mercados en desarrollo en África, Oriente Próximo y Latinoamérica. Y salvo contingentes casi simbólicos, la llegada a Europa no se producirá hasta finales de 2007 y, sobre todo, en 2008.
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