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  • En las antiguas escuelas de El Carmen, un hermoso edificio de color rojo fech ado en 1900 y convertido en museo, se cuenta buena parte de la historia y de la vida de Ribadesella. De la villa y de su concejo, compuesto por unas pocas aldeas. El museo tiene tres puertas en su fachada, y sobre dos de ellas, las más alejadas entre sí, aún pueden leerse los rótulos "Niños" y "Niñas". A través de sus ventanas traseras, en dirección al Cantábrico, que se encuentra a escasos kilómetros, se admiran campos muy verdes con árboles frutales y casas aisladas. Y centenares de rosas, de todos los colores, incluso en las pequeñas huertas. Ribadesella vive entre el mar y los prados del interior del concejo. El turismo de playa convive a la perfección con el turismo rural. Aquí son uno solo, parte de la misma ecuación: hoteles de playa y casas de aldea. La pequeña villa tiene cierto aire cosmopolita, con ese encanto tan de otra época que permanece en calles como la de López Muñiz o Fernández Juncos y plazas como la de la reina María Cristina; en casonas como la del Pixuecu o la de Collado (donde nació el pintor Darío de Regoyos). En los palacetes convertidos en hoteles, en el puerto de recreo y en la playa de Santa Marina, con su paseo de ciudad norteña nunca demasiado agitada. Las aldeas siguen con su vida más sosegada aún, entre prados cuya geometría caprichosa sólo rompen los pequeños bosques, que los lugareños llaman biescas (de castaños, robles, pinos...), y los gigantescos eucaliptos de la repoblación, como un telón que separara el concejo de las montañas cercanas o de los concejos vecinos. Durante el siglo XVIII, Ribadesella fue uno de los puertos del norte de mayor importancia y trató de consolidarse como el principal de Asturias, lo que impidió, según dicen, Jovellanos, en beneficio de su ciudad natal, Gijón. Por aquel entonces, la villa y su alfoz, que habían sido fundados probablemente durante el reinado de Alfonso X el Sabio y vivido un periodo agitado con los Reyes Católicos, todavía conservaban en la memoria la visita del emperador Carlos I a su llegada a España por primera vez, en 1517. Era el gran hito histórico, el anuncio de un esplendor que nunca llegó del todo. La Guerra de la Independencia, las guerras carlistas, sucesivos cambios en los programas de reforma de todo el país y el crecimiento de otros puertos del Cantábrico aplazaron siempre ese momento. Aunque en el museo de la aldea de El Carmen pueden conocerse los verdaderos logros históricos, quizá menos espectaculares, pero de mayor importancia: escuelas, balnearios, puentes... El mundo de Ribadesella es un mundo pequeño, de poco más de 80 kilómetros cuadrados. Pero es un mundo donde, con la mirada del viajero que está de paso en cualquier estación, o que vuelve cada verano, casi todo parece estar bien hecho. No importan los deslices de la historia, las glorias no alcanzadas. Por decirlo con pocas palabras y con un verso de Larkin: todo es presente. Ese verso trata del verano. De la vida vacacional en lugares como Ribadesella, junto al mar, un río y unas montañas, en el norte de cualquier país. Hablemos del tiempo El clima, el tiempo, es uno de los temas favoritos de los riosellanos. Se oye hablar de él a todas horas. En bares y supermercados, en terrazas y restaurantes. Como si el tiempo organizara la agenda de las vacaciones. Si luce el sol, playa. No siempre las dos de la villa (Santa Marina y Atalaya), sino también (más tranquilas, muchos días despobladas, todo un lujo) la surfista de Vega, con su espacio para nudistas y su zona de acampada libre para autocaravanas, o la más secreta e inaccesible de Guadamía, junto a los extraordinarios acantilados de Castru Arenes. Si está nublado, excursiones a lo largo de la Ruta de los Molinos: por las aldeas de Tresmonte o Cuevas del Agua, junto al Sella, a través de caminos cubiertos por el toldo de la vegetación y delimitados por helechos y chopos (de cuando en cuando, un gran tejo centenario), dejando atrás los prados que apacientan un sinfín de vacas. Y si llueve, visita a la cueva de Tito Bustillo (está abierta entre abril y septiembre), una de las mejores muestras del arte paleolítico europeo. Varias cavernas, de gran extensión, forman un conjunto de galerías pictóricas que muestran tanto escenas de animales como sexos masculinos y femeninos en una combinación única. Otra alternativa es alquilar una canoa cerca de Arriondas y descender por el Sella hasta el mar. Este río, que nace en los Picos de Europa, une y divide a la vez el concejo. La vida en las aldeas de la orilla occidental (las más cercanas a la villa y a una altura más elevada), como Sebreño, El Carmen o Sardalla, parece muy activa, y sus campos, más florecientes; también sus coquetos restaurantes, hoteles rurales y casas de aldea de alquiler, como si formaran parte indisoluble de la animación de Ribadesella. En cambio, las de la orilla oriental, como Meluerda, Camango o Cuerres, podría decirse que existen sin un referente concreto: son una breve sucesión de casas y prados también bellos, pero más silenciosos, más aldeanos incluso, con la presencia constante de tractores, camiones para el transporte de la madera y pastores de ovejas. Y, claro, vacas, muchas vacas.
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  • Ribadesella, aires cosmopolitas y turismo rural junto al Cantábrico
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  • Entre el mar y los prados
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