PropertyValue
opmo:account
opmo:content
  • Aquella idea preconcebida de que los paradores de turismo surgen de un monumento histórico o para la promoción de un destino poco valorado se desvanece al pisar este de Gijón. Más de cien años tiene el edificio, un molino hidráulico levantado para abastecer a la ciudad de escanda o de maíz, que llegaban desde América en barco. Por sus sótanos aún discurre la hijuela de agua que antaño movía la rueda catalina. Todo a su alrededor ha cambiado, y lo que era descampado fue convirtiéndose con el desarrollo urbano en el parque de Isabel la Católica, pulmón existencial y mentidero público del ensanche gijonés. De modo que la utilidad de un parador sólo podía ser considerada desde una tesitura política o con la intención de cerrar el bucle geográfico de una red que ha exportado la imagen más emblemática del turismo y la cultura en España. Es verdad que las últimas reformas -siempre menores- no han hecho justicia al establecimiento, escondido en un apacible bosquete del parque y reflejado en un estanque habitado por patos, zampullines y somormujos, frente al estadio de fútbol de El Molinón. El acristalamiento de la zona de recepción aligera la fachada principal, toda enfoscada en almagre. La trasera del edificio, afectada por la umbría, ha resucitado gracias a su adecuación como terraza con mesas frente al comedor y al resto de zonas comunes. Pero no se puede deducir de ello que el parador haya perdido del todo el carácter antañón y apolillado previo a su redecoración con textiles en tonos azules y verdosos, sillones de piel y de paño estampado, aparadores en celosía o esa irregular serie de grabados y óleos alegóricos a la arquitectura prerrománica asturiana. Luz natural Cierto que los dormitorios han ganado en confort y luz natural, pero el ajuar de baño acusa un desgaste imperdonable, la ducha funciona lánguidamente y al secador de pelo le faltan arrestos o algo más de potencia. Tampoco, aunque eso vaya en gustos, la morfología blanda de las camas parece favorecer la terapia nocturna. Y, lo que es peor, hasta la segunda planta asciende en ciertos momentos -y en ciertas estancias, como la 222- un desagradable olor a comida procedente de las cocinas. Los créditos del parador descansan en la amabilidad y diligencia de los empleados, siempre dispuestos a resolver con el mejor entendimiento estos inconvenientes domésticos. Si fuera necesario, incluso con un cambio repentino de habitación. Desde sus ventanales se intuye la inmediatez salina del mar. Como si no estuviéramos en medio de la gran ciudad.
sioc:created_at
  • 20061209
is opmo:effect of
sioc:has_creator
opmopviajero:language
  • es
geo:location
opmopviajero:longit
  • 609
opmopviajero:longitMeasure
  • word
opmopviajero:page
  • 18
opmo:pname
  • http://elviajero.elpais.com/articulo/20061209elpvialbv_12/Tes (xsd:anyURI)
opmopviajero:refersTo
opmopviajero:subtitle
  • PARADOR DE GIJÓN, un rincón bucólico en medio de la ciudad asturiana
sioc:title
  • Un antiguo molino cerca del mar
rdf:type

Metadata

Anon_0  
expand all