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opmo:content	Es uno más del grupo, pero es diferente. Tragaluz ha abierto su restaurante número 11 en Barcelona, se llama Lobo y es más un bar para picar que un restaurante. Lobo es un local moderno, de diseño, con una enorme pared pintada de graffiti y grandes ventanales que muestran el público variopinto que circula por la calle del Pintor Fortuny, en pleno barrio del Raval barcelonés y pegado a las Ramblas. Pocos colores y muchos espacios para comer: la barra, la terraza, las mesas y los sofás. Lobo ocupa una pequeña parte del antiguo edificio de la Compañía General de Tabacos de Filipinas, hoy convertido en el hotel 1898. En Lobo se puede comer rápido gracias a sus tapas, que no persiguen enrevesadas creaciones y se centran en el producto. "Queríamos recuperar el bar de comidas. Lobo es un bar donde puedes comer. Está muy pensado para el público de la zona", explica Tomás Tarruella, copropietario del Grupo Tragaluz. Tarruella recomienda algunos platos de la carta, como el arroz salteado con setas y jengibre (8 euros), la pasta con lima, menta y mozzarella (8,50 euros) y las tapas como las alcachofas fritas (3,50 euros), las patatas bravas (3 euros), el humus (3 euros), el guacamole con atún fresco (6 euros), la tempura de espárragos (4 euros) o el montadito de tomate y mozzarella (3,50 euros). Además ofrecen ensaladas y platos preparados en directo en sartenes tipo wok. Siempre hay platos del día que rondan los cuatro euros. Las tapas se sirven todo el día. El precio medio por comensal ronda unos 20 euros. Las noches de los jueves, viernes y sábados, un dj pincha en Lobo. Se pueden tomar copas y, sobre todo, buenos cócteles. Mientras Lobo da sus primeros pasos, el Grupo Tragaluz corre. La empresa tiene previsto abrir un local muy cerca de Lobo en el mismo edificio de Tabacos de Filipinas. El proyecto es un restaurante chino que mezclará el estilo tradicional con la nueva tecnología. Está previsto que se inaugure el próximo mes de mayo. Y promete muchas sorpresas.
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Es uno más del grupo, pero es diferente. Tragaluz ha abierto su restaurante número 11 en Barcelona, se llama Lobo y es más un bar para picar que un restaurante. Lobo es un local moderno, de diseño, con una enorme pared pintada de graffiti y grandes ventanales que muestran el público variopinto que circula por la calle del Pintor Fortuny, en pleno barrio del Raval barcelonés y pegado a las Ramblas. Pocos colores y muchos espacios para comer: la barra, la terraza, las mesas y los sofás. Lobo ocupa una pequeña parte del antiguo edificio de la Compañía General de Tabacos de Filipinas, hoy convertido en el hotel 1898. En Lobo se puede comer rápido gracias a sus tapas, que no persiguen enrevesadas creaciones y se centran en el producto. "Queríamos recuperar el bar de comidas. Lobo es un bar donde puedes comer. Está muy pensado para el público de la zona", explica Tomás Tarruella, copropietario del Grupo Tragaluz. Tarruella recomienda algunos platos de la carta, como el arroz salteado con setas y jengibre (8 euros), la pasta con lima, menta y mozzarella (8,50 euros) y las tapas como las alcachofas fritas (3,50 euros), las patatas bravas (3 euros), el humus (3 euros), el guacamole con atún fresco (6 euros), la tempura de espárragos (4 euros) o el montadito de tomate y mozzarella (3,50 euros). Además ofrecen ensaladas y platos preparados en directo en sartenes tipo wok. Siempre hay platos del día que rondan los cuatro euros. Las tapas se sirven todo el día. El precio medio por comensal ronda unos 20 euros. Las noches de los jueves, viernes y sábados, un dj pincha en Lobo. Se pueden tomar copas y, sobre todo, buenos cócteles. Mientras Lobo da sus primeros pasos, el Grupo Tragaluz corre. La empresa tiene previsto abrir un local muy cerca de Lobo en el mismo edificio de Tabacos de Filipinas. El proyecto es un restaurante chino que mezclará el estilo tradicional con la nueva tecnología. Está previsto que se inaugure el próximo mes de mayo. Y promete muchas sorpresas.

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