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  • El invierno puede parecer la estación más triste del año, pero los paisajes invernales tienen en su mayoría un encanto especial que, a pesar de la dureza de la intemperie, hace de ellos lugares inigualables. La desnudez de los bosques caducifolios, la quietud de la fauna, los olores húmedos de la descomposición de las hojarascas, el arrebato de los arroyos colmados de agua, los mantos de nieve y hielo de las montañas o la algarabía pajarera de los aguazales son escenas invernales que compensan los momentos incómodos de frío y lluvia. 1 El paraíso pajarero de las marismas de Santoña y Noja Un entramado de canales, playas, islas y lodazales que los ornitólogos han llegado a llamar el Doñana del norte. La reserva natural de las marismas de Santoña y Noja está considerada como el principal humedal de la costa cantábrica y constituye durante el invierno un enclave esencial para multitud de aves acuáticas que se refugian en sus aguas. Los mejores momentos para visitar la reserva se producen a partir del mes de noviembre, cuando llegan los mayores contingentes de pájaros migratorios, con más de 121 especies diferentes. Los movimientos mareales crean un paisaje en continua transformación que reinventa cada pocas horas las hechuras del humedal, con islas que aparecen y desaparecen, canales que se inundan, playas de quita y pon, y un movimiento incesante de aves que buscan posaderos o comederos al compás de las mareas. A tan sólo 50 kilómetros de Santander y rodeada de enclaves turísticos como Laredo, Santoña y Colindres, la presión urbanística es muy importante en los alrededores, pero estas rías dulces y saladas mantienen su estado silvestre al recaudo de su protección como reserva natural desde hace 15 años. Además de la de Santoña, el enclave cuenta con otras dos marismas: Victoria y Joyel. Esta última es la más apartada, pero también la más singular, por contar con curiosas formaciones rocosas. Posada Las Garzas (942 66 34 84; www.posadalasgarzas.com). Carretera de Berria, Primera Avenida, 37. Santoña. Casona de estilo cántabro. Habitación doble: 48-76 euros. 2 Sierra Nevada, entre la nieve y el trópico Las mayores alturas de la península Ibérica se arraciman en las montañas Béticas de Granada entre suaves perfiles gastados por la lima del tiempo y guardados en el invierno bajo una densa capa de nieve. El macizo de Sierra Nevada compone uno de los paisajes helados más singulares de la Península, y no sólo por hallarse coronado por los Mulhacén, Veleta y Alcazaba, con sus casi 3.500 metros de altura, sino por verter sus laderas sureñas a las Alpujarras tropicales del río Guadalfeo. Mientras en las cumbres los fríos hielos congelan el horizonte y el manto blanco domina cada rincón montano, en el valle alpujarreño se mantiene una eterna primavera rodeada de naranjos, mandarinos, olivos, higueras, membrillos y granados. Hacer una excursión mañanera entre un paisaje polar, desde Capileira a la cima del Mulhacén, y estar comiendo al caer la tarde en las orillas del Guadalfeo en mangas de camisa, con una diferencia de más de 20 grados de temperatura, sólo se puede hacer aquí. Las llamadas Alpujarras Bajas discurren por toda la orilla del río entre las localidades de Cádiar y Órgiva, salpicadas de recoletas aldeas, como Albayar, Cuesta de Almendros, La Solana, Torvizcón, Las Romeras, Los Tablones o Benisalta, donde se puede disfrutar de uno de los inviernos más cálidos de España. - El Molino (646 61 66 28). Avenida de González Robles, 16. Órgiva. Molino de aceite que conserva su antigua estructura. La doble, 60 euros. - Cortijo La Viana (958 20 90 37). Camino de Zute, s/n. Órgiva. Antiguo cortijo rehabilitado en una finca de naranjos, olivos y mandarinos. Casa para 4 personas, de 60 a 100 euros. - www.reddeparquesnacionales.mma.es. 3 Los abismos invernales del valle de Ordesa La cordillera del Pirineo reúne todos los adjetivos de la gran montaña, con unas complexiones jóvenes que la dotan de los escarpes, picos, gargantas, farallones y desfiladeros más dramáticos y grandiosos de la Península. Entre todo el tortuoso perfil de sus elevaciones destaca por su magnitud el valle de Ordesa, que muestra en cada estación del año la más espectacular de las postales pirenaicas. El invierno se recrea en esta profunda grieta del río Arazas, congelada entre témpanos, heleros y nieves, y guardada por los paredones verticales más altos de la cordillera. La primera imagen invernal de este parque nacional, al llegar a la localidad de Torla, son los ciclópeos despeñaderos de Mondarruego, encalados por el frío más inhóspito, pero invadidos por una belleza inigualable. A partir de aquí, las sensaciones se disparan, mientras una pequeña carretera abierta entre la nieve zigzaguea por el bosque desnudo hacia La Pradera, donde se abre la puerta de esta brecha gigante considerada por muchos como el lugar más bello de España. El camino principal que acompaña al río hacia la famosa cascada de la Cola de Caballo y la senda de los Cazadores, que faldea a media altura por la Faja de Pelai hacia el fondo de saco del valle coronado por las Tres Sopores (Monte Perdido, Cilindro de Marboré y Soum de Ramond), son las dos rutas más sencillas que se pueden hacer para descubrir el fascinante invierno que cubre los abismos de Ordesa. - Casa Bandrés (974 48 64 71). Real, s/n. Fragén. Antigua casa de infanzones aragoneses. Habitación doble, 40 euros. - Casa Laly (974 48 61 68). Fatás, s/n. Torla. Casa tradicional en medio del pueblo. Habitación doble, entre 30 y 40 euros. - www.ordesa.com. - www.reddeparquesnacionales.mma.es.
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  • Cuatro excursiones que descubren la belleza natural desnuda
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  • Paisajes hechizados por el invierno
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