PropertyValue
opmo:account
opmo:content
  • A quienes la palabra Poblenou no les diga gran cosa, quizá el apelativo de "Manchester catalán" les ayude a perfilar el skyline de este distrito barcelonés donde a principios del siglo XX se concentraba la mayor parte de la industria instalada en Barcelona. La realidad actual, bien distinta, lo ha convertido en un distrito ajeno al bullicio turístico de la Ciutat Vella, titular además de una estética posindustrial que hace las delicias del paseante contemporáneo, pero no exento del tan codiciado sabor que se busca habitualmente en los barrios tradicionales. El principal legado arquitectónico de la zona son las viejas fábricas de finales del siglo XIX y principios del XX, hoy en desuso, pero cuyas altísimas chimeneas se han reutilizado para decorar y otorgar identidad al Poblenou. El barrio conserva en algunas esquinas puros yacimientos arqueológicos del Manchester catalán, que hoy exponen con orgullo fotografiable sus restos de ladrillo y metal grafiteados. Pero el perfil arquitectónico de Poblenou no son sólo chimeneas y restos semiderruidos: abundan las fábricas hoy empleadas como talleres de artistas, los edificios nuevos y las casas bajas modernistas que, demos gracias, no han sido demolidas en ninguna reestructuración del barrio. Y todos ellos custodiados por la recién estrenada y multicolor Torre Agbar, del arquitecto Jean Nouvel. Una peña futbolera Poblenou tiene todos los elementos que podemos esperar de un barrio con solera. El principal es su rambla paseable, que cumple perfectamente la función de dejarse ver y saludarse, típica de toda rambla. La del Poblenou cuenta con lugares ineludibles como la peña futbolera Monopol (rambla del Poblenou, 74 bis), un edén rancio para todo el que ande huyendo de la Barcelona fashionista y diseñado para agradar, o el añejo casino L'Aliança del Poblenou (rambla del Poblenou, 42; 932 25 28 14), que no es una sala de juego, sino un teatro con su café-restaurante al lado. A la altura del número 44 se encuentra la horchatería El Tío Ché (rambla del Poblenou, 44-46), uno de los pocos locales donde aún se puede probar el agua de cebada, bebida que también se sirve mezclada con horchata o con limón granizado bajo los nombres de cordial y mig i mig, respectivamente. Los menús a menos de 10 euros son el pan nuestro de cada día en la rambla y en las calles aledañas. No sólo encontramos por doquier restaurantes con comida casera catalana (de noviembre a marzo, además, los calçots se sirven en casi todas partes), sino también un griego como Arwad (rambla del Poblenou, 56; 933 56 82 63) o el mexicano de fusión Balam (rambla del Poblenou, 101), cuya carta catalanomexicana incluye lindezas como tacos de escalivada de chile poblano con bacalao esqueixat y aceite de cilantro, o burritos de carne al cava con mejorana y salsa de piña. El resto de actividades cien por cien de barrio se complementarían con una visita al mercado de la Unió y un paseo por sus calles cercanas, como Bilbao y Marià Aguiló. El ocio cultural poblenouense se lleva a cabo principalmente en Niu (Almogavers, 208) y Can Felipa (Pallars, 277). Niu, una asociación cultural puesta con gusto, se encuentra en un bonito edificio modernista verde pálido. Cuenta con tres pequeñas salas: en dos de ellas tienen lugar exposiciones de ilustración, fotografía y vídeo, y en la tercera se programan conciertos de música electrónica y proyecciones. Can Felipa es el gran centro cultural del Poblenou, con una programación sorprendente por lo rompedora y un edificio de insólito aspecto parisiense, con sus mansardas y su tejado de pizarra azul, pero pegado a otra construcción sobria y ultramoderna al mismo tiempo. La megataberna Y cuando ya no queden más ganas de cultura y tampoco de cocina de fusión, el lugar idóneo es La Ovella Negra (Zamora, 78). Esta gigantesca taberna, denominada megataberna por sus propios dueños, bien merece una visita: los delfines, olas que rompen y barcos en 3-D que decoran sus paredes no nos dejarán indiferentes. Su ambiente de merendero nos hará olvidar por un momento la otra Barcelona. En cambio, el Oven (Ramon Turró, 1 26; 932 21 08 30) nos dará de cenar y nos servirá las correspondientes copas posteriores en un marco y una atmósfera más cercanos a la Barcelona que todos llevamos en la cabeza con, de nuevo, estética industrial y una enorme cocina visible al fondo. Pero sin duda la estrella para quienes se acuestan al amanecer es la sala Razzmatazz (Almogàvers, 122), donde van los que dominan la noche barcelonesa cuando cierran los bares, a eso de las tres. Y todo este rango de actividades puede culminar o dar comienzo con un paseo por la playa de Bogatell, con la que nos toparemos si recorremos toda la rambla del Poblenou en dirección al mar, y donde estaremos definitivamente más tranquilos que en la concurrida y requeteturística Barceloneta.
sioc:created_at
  • 20070106
is opmo:effect of
sioc:has_creator
opmopviajero:language
  • es
geo:location
opmopviajero:longit
  • 952
opmopviajero:longitMeasure
  • word
opmopviajero:page
  • 5
opmo:pname
  • http://elviajero.elpais.com/articulo/20070106elpviavje_3/Tes (xsd:anyURI)
opmopviajero:refersTo
opmopviajero:subtitle
  • Paseo hasta la playa en un barrio con solera de la Barcelona industrial
sioc:title
  • Chimeneas y sabor local en Poblenou
rdf:type

Metadata

Anon_0  
expand all