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  • No es ese bar del montón que a primera vista aparenta, ni tampoco la típica casa de comidas con platos de rutina. La Taberna de Pedro es un local angosto, el marco es modesto y sus seis mesitas, incómodas. Sin embargo, merece la pena. Y no sólo por sus desayunos, que también lo atiborran, sino por las tapas y raciones que se sirven en su barra a la hora del aperitivo y por sus platos de cocina caseros. Y, por supuesto, por su fantástica bodega, que para el recién llegado puede pasar inadvertida. Algo difícil de entender si no se sabe que su artífice y propietario, Pedro, es el hermano de Luis García de la Navarra, sumiller del restaurante Aldaba, uno de los mejores profesionales de Madrid, que ha contribuido a realizar una selección de marcas que hay que calificar de extraordinaria. Vinos de Borgoña, de California, de Argentina o de Suráfrica se suman a los más singulares elaborados en España. Algunos de ellos por copas, un aliciente añadido. ¿Y para comer? Platos de la cocina tradicional de sabores armoniosos. Sobre todo, algunas de sus especialidades como las albóndigas caseras de ternera, o sus tres tipos de revueltos (con hongos boletos; con patatas confitadas, cebolla y virutas de jamón, y con huevos fritos, patatas, pimentón y vinagre al estilo extremeño). No menos sugerente es su tortilla de patatas, que se agota a diario. O las pencas de acelga rellenas de jamón y queso. O los chipirones encebollados, en los que el gusto dulzón de los cefalópodos se potencia con una cebolla suavemente caramelizada. Y, por descontado, sus gambas al ajillo, entre las mejores de la ciudad, además del rabo estofado, tan tierno y gelatinoso que se desprende del hueso con sólo mirarlo. Antes de plantearse el menú conviene recordar que en esta taberna es aconsejable compartir raciones y estar atento a las sugerencias de la casa. A diario, el patrón se saca de la manga platos muy bien resueltos: lentejas guisadas, chipirones en su tinta con arroz blanco, cardos con langostinos o un entrecot en su punto acompañado de pimientos fritos. Por si no fuera suficiente, los precios son bastante amables. Vinos aparte (los lujos caros se pagan), un menú normal bascula entre 25 y 30 euros.
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  • Revuelto de 'boletus' y gambas al ajillo
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