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  • El desvío del tráfico por la nueva autovía de Valladolid-Salamanca ha devuelto a este parador el silencio del que gozó en sus primeros años de funcionamiento, hace ya medio siglo. Es una gozada en las trincheras del invierno asomarse a las ventanas y descubrir la cúpula del pinar que lo protege, sea cual sea la cara del edificio desde la que miran sus habitaciones. Tordesillas fue la plaza donde los Reyes Católicos firmaron el tratado por el que se repartían con Portugal las conquistas americanas, si bien nunca creció lo suficiente como para ser considerada algo más que un lugar de paso entre la meseta y Galicia. Parada y fonda, eso sí, con cierta clase. La última reforma del parador, acometida en noviembre de 2003, abundó en esa idea transitoria con una fachada repintada en teja y unos interiores de marcado estilo campirano con tapicerías en tonos verdes y calderas. Nada excéntrico a la imagen más tradicional de la cadena, rota únicamente por algunos felices -y muy contenidos- escarceos por el interiorismo de vanguardia y la arquitectura contemporánea (como el parador de Alcalá de Henares, proyectado por Aranguren & Gallegos). El aspecto de caserón noble castellano no justifica la pesantez de su decoración, redundante en la colocación de las alfombras de nudo, las lámparas de forja, los espejos labrados, los mediodoseles, los cabeceros de terciopelo, los cuadros con motivos florales y poemas de literatos españoles. Añeja, la recepción queda a un nivel inferior del resto de las instalaciones, orbitales a un patio con lucernario y una cafetería apetecida por la parroquia local. El salón biblioteca exhibe una chimenea de piedra y otras antigüedades que, en parte, no dejan de ser reproducciones de época. Más triste ha quedado el comedor, decorado con arañas pegadas al artesonado que apenas irradian luz sobre las mesas. El servicio cumple con pulcritud. Nadie resuelve el interrogante sobre por qué todas las salidas de emergencia están cerradas con llave. Ambientadas con muebles de estilo clásico español y otras interpretaciones de la herencia castellana, las 68 habitaciones incorporan novedades tecnológicas como la televisión interactiva, a la que se puede acceder gracias al teclado y al manual de instrucciones facilitado en recepción. Claro que algo pequeñas y oscuras, un efecto que se acentúa con el tintado cúprico de las paredes. El parqué marea verlo de lo repulido que está. Quizá por ello merezca la pena pagar un suplemento por cualquiera de las suites, más holgadas para abrir las ventanas de par en par y escuchar el trino de los pájaros, incluso en los rigurosos días del invierno vallisoletano.10 DORMIR Nomenclátor:Puntuación de 0 a 10Buena relación calidad / precioCEstablecimiento con encantoAEntorno ecológico 10
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  • 20070113
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  • PARADOR DE TORDESILLAS, solitario en un pinar de la meseta castellana
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  • Inspiración campestre
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