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  • Lo de "cruce de caminos" no es en Basilea una frase hecha, ni cosa de tomárselo a broma: subes al tranvía en territorio suizo y cuando te apeas, cuatro paradas más allá, estás en Alemania o Francia, según la línea. El Rin, que dobla allí su rodilla y cambia de rumbo, más que valla o marca fronteriza, es un coladero, un pasillo de gentes, ideas y mercancías. Desde los romanos hasta los tiempos de la Reforma; ésta fue introducida en Basilea por el fraile moderado Oecolampadius, quien auspició un clima de tolerancia notablemente mayor al de otras poblaciones suizas. Erasmo vivió y publicó allí la primera edición en griego del Nuevo Testamento. El clima de libertad hizo que los hugonotes (calvinistas perseguidos en Francia) buscaran refugio en Basilea. Muchos de ellos eran tejedores, e impulsaron un comercio a gran escala de abalorios y cintas de seda. Para teñir los tejidos se puso en pie lo que acabaría siendo una boyante industria química; la compañía Geigy fue fundada nada menos que en 1785, y todavía hoy los laboratorios farmacéuticos son uno de los pilares que más riqueza vierten en las arcas municipales. El binomio opulencia más tolerancia se resuelve en hábitos ciudadanos como los de gastar el tiempo en cultura, en general (qué bien refleja esa holgura la cuarta sinfonía de Honneger, Deliciae basilienses), o, más en particular, en coleccionar arte. Basilea es en eso una pionera; ya en 1662, el concejo destinaba un buen pellizco de sus partidas a comprar una colección de cuadros y grabados. Hoy día es imposible hacer un libro de arte moderno sin tener que pedir copyrights a algún museo o galería basilense. La Art Basel (la feria de arte) es de las primeras del mundo. Pero la ciudad se ha volcado también, en los últimos años, en la arquitectura. Lo que allí se está generando convierte Basilea en un laboratorio (¡por si había pocos!) de formas. He aquí algunos de los focos urbanos que hacen de esta metrópoli un escaparate de tendencias. 1. Vitra Museo y Centro de Diseño Vitra es una empresa privada suiza (sobre suelo alemán) dedicada a la creación de mobiliario industrial y del hogar (en su catálogo, entre otros, Ray y Charles Eames, Isamu Noguchi, George Nelson, Jasper Morrison o Ron Arad). En su sede hay talleres de diseño y plantas de fabricación, pero también otras edificaciones de gran interés arquitectónico. Al margen de las exposiciones, se realizan tours guiados por las instalaciones. El edificio que aloja el museo, la biblioteca y el centro de documentación es el primero que el canadiense-californiano Frank Gehry realizó en Europa (1989). Muestra su sello personal inconfundible, pero el nudo de volúmenes y formas orgánicas resulta en este caso menos agónico que en posteriores creaciones. Enfrente parecen estallar como chispas los ángulos de la Feuerwehrhaus (puesto de bomberos) que la iraquí Zaha Hadid realizó en 1993. Fue su carta de presentación (luego sería la primera mujer en obtener el Premio Pritzker, en 2004). Esta estructura rompedora no cumple las funciones programadas, sino que alberga un centenar de modelos de sillas del siglo XX, y se muestra a los visitantes como pura obra de arte. Hadid ha realizado en Basilea un centro medioambiental y trabaja ahora en el nuevo Casino (previsto para 2009). Al lado de este auténtico caprice d'artiste, Álvaro Siza levantó un año después unas naves para la fabricación de muebles: un edificio limpio, sobrio, en ladrillo (el portugués atravesaba su periodo rosa) y con un guiño de galantería hacia su colega Hadid: para que el porche de acceso no entorpeciera la vista de la Feuerwehrhaus, ideó una marquesina a guisa de puente levadizo que normalmente está alzada y permite admirar la fachada de Hadid, pero si llueve, las primeras gotas accionan un mecanismo por el que la marquesina desciende y protege de la lluvia. Hay más edificios notables, como la cúpula geodésica del visionario Richard Buckminster Fuller (1950), un auditorio de Tadao Ando (1993) y otros módulos de producción de Nicholas Grimshaw (1986) y Frank Gehry (1989). - Vitra Design Museum (0049 762 17 02 32 00; www.design-museum.de). Charles-Eames-Strasse, 1. Weil am Rhein, Alemania. De 10.00 a 18.00; miércoles, hasta las 20.00. Precio: 7,50 euros. 2. La Fundación Beyeler Está cerca de Vitra, pero en suelo suizo, en el término de Riehen. Esta aventura comenzó en los años cuarenta, en una pequeña galería de la Bäumleingasse (el callejón del arbolito), frente a la casa donde murió Erasmo (y allí sigue la galería). El matrimonio Hildy y Ernst Beyeler, además de galeristas y marchantes, son amantes del arte (no siempre coinciden los términos). Y a lo largo de su carrera fueron reservando para sí una selecta colección. Hasta que en 1982 decidieron crear una fundación para administrarla. En 1991 encargaron al genovés Renzo Piano (que había realizado, entre otras cosas, el Centro Pompidou de París y obtendría el Premio Pritzker en 1998) una sede para la colección. El arquitecto se propuso "poner el edificio al servicio del arte, y no a la inversa". En seis años quedaba terminada una construcción que se cuenta entre sus mejores obras, aérea, espiritual, con un toque de orientalismo realzado por los jardines y estanques que ciñen sus muros, y el paisaje virgen en que se halla inmerso (un parque inglés del siglo XIX y la pura campiña). Técnicamente, su logro más llamativo es la techumbre de cristal que cubre todo el edificio y administra sabiamente la luz natural que ha de llegar a cada sala. En cuanto a las obras que allí se alojan, no son muchas (unas doscientas), pero todas significativas, imprescindibles algunas para una panorámica del arte del siglo XX. Mención especial merece el grupo de picassos que reunió la pareja, gracias a su amistad personal con el pintor y su común peripecia por las dichas y sinsabores del arte. - Fondation Beyeler (0041 61 645 97 00; www.beyeler.com ). Baselstrasse, 101. Riehen, Basilea. A diario, de 10.00 a 18.00; miércoles, hasta las 20.00. Precio: 13 euros. 3. El Kunstmuseum y otros imprescindibles Presume de ser el primer museo abierto como tal al público, en 1669. Y es que su origen está en la compra siete años antes, por parte del concejo y la universidad, de la colección de arte de un conciudadano fallecido. Por ello no es de extrañar que, entre las más de 3.000 obras de que dispone actualmente el museo, haya una abultada representación de pintura renana y flamenca, especialmente de la familia Holbein (Hans Holbein el Joven pasó más de 15 años trabajando en la ciudad). Todas las épocas y países tienen presencia en el Kunstmuseum, incluso el arte del siglo XX. Puestos a fijarse en rarezas, en esas piezas difícilmente encontrables en otra parte, cabría señalar los lienzos de Arnold Böcklin, que era de Basilea y murió en 1901, o de Ferdinand Hodler, imbuido también de una modernidad perturbadora, por no hablar de románticos oscuros como Caspar Wolf o J. H. Füssli. El propio edificio es digno de atención. Fue construido entre 1932 y 1936 por Rudolf Christ y Paul Bonatz, y alía una pureza de líneas constructivista con detalles ornamentales. Enfrente de este edificio se alza una sucursal, el Museo de Arte Contemporáneo, terminado en 1980 por Wilfrid y Katharina Steib, y en el cual se exponen de forma rotatoria fondos modernos del Kunstmuseum junto a otros de la Fundación Emmanuel Hoffman. En total, pasan de 30 los museos o fundaciones de Basilea. Otro de los más notables es el construido por Mario Botta para alojar la obra del escultor Jean Tinguely (nacido en Basilea). No falta, claro está, un Museo de la Arquitectura, muy activo, casi beligerante, en el mejor y más didáctico de los sentidos (tours guiados por la ciudad, coloquios, documentación, muestras temporales...). Mención aparte merece el Schaulager, un espacio para el arte a medio camino entre museo y almacén, de Herzog & De Meuron. - Kunstmuseum (www.kunstmuseumbasel.ch; 0041 61 206 62 62). St. Alban-Graben, 16. Basilea. De 10.00 a 17.00. Cierra los lunes. Kunstmuseum-Museum für Gegenwartskunst (0041 61 206 62 62). St. Alban-Rheinweg, 60. De 10.00 a 17.00. Cierra los lunes. Entrada conjunta, 7,50 euros. - Museum Tinguely (www.tinguely.ch; 0041 61 681 93 20). Paul Sacher-Anlage, 1. Basilea. De 11.00 a 19.00. Cierra los lunes. Precio: 6,20. - Architekturmuseum (0041 61 261 14 13; www.architekturmuseum.ch ). Steinenberg, 7. Basilea. Martes, miércoles y viernes, de 11.00 a 18.00; jueves, de 11.00 a 20.30; fin de semana, de 11.00 a 17.00 4. Duelo de mecenas Novartis es el nombre de un grupo farmacéutico local, pero si uno pregunta en la calle por ese rótulo, le enviarán a un formidable amasijo de grúas, socavones y edificios que empiezan a despuntar. El llamado Campus Novartis va a ser una miniciudad para la investigación farmacéutica, según un plan maestro del profesor de Zúrich Vittorio Magnano. Calles enteras en cuadrícula, compuestas por edificios de Frank Gehry, Tadao Ando, Sanaa (firma japonesa que oculta a la extraordinaria Kazuyo Sejima y a Ryue Nishizawa), Peter Märkli y muchos otros. El edificio más avanzado, prácticamente terminado, es un alegre prisma de cristales polícromos de Diener & Diener (que son oriundos de Basilea, con sede también en otras ciudades europeas); para esta obra colorista han contado con el pintor Helmut Federle y Gerold Wiedesind (de ahí el nombre del edificio: Forum Drei, es decir, Foro Tres). Para no quedarse a la zaga, los laboratorios Roche, competidores de Novartis y toda una institución (fueron creados en 1896 por Fritz Hoffman y Adèle La Roche), han encargado a Herzog y De Meuron, al otro lado de la ciudad, la que será la torre más alta de Suiza, con 160 metros. La Jakobsturm (torre Roche) se sumará a los varios edificios ya creados por ese estudio de arquitectura para la compañía, y tendrá la forma de una espiral de ADN; su finalización está prevista para el año 2011. 5. Una firma estrella Los arquitectos Jacques Herzog y Pierre de Meuron son de Basilea, y se conocieron de pequeños en la escuela. Su firma conjunta, uno de los iconos de la arquitectura actual, ha obtenido el Premio Pritzker en 2001, se ocupa de proyectos de envergadura por todo el mundo (suyos son la Modern Tate de Londres, el estadio Allianz Arena de Múnich o el que acogerá los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008), y en su ciudad han dejado una docena de creaciones que son parada obligada en los tours temáticos que organizan el municipio o el Museo de Arquitectura. Una de sus obras más rotundas es el Zentralstellwerk, un centro de tráfico ferroviario a pie de vías herméticamente forrado por cintas de cobre (1999). Existe un folleto (además de las visitas guiadas) para descubrir estos edificios singulares. Son también recomendables el BIZ, un banco del suizo Mario Botta (1996), el edificio de oficinas Euregio, de Richard Meier (autor del Centro Getty de Los Ángeles, 1998), o la Messeturm (torre de la Feria de Basilea, 2003), de Morger & Degelo: otro estudio oriundo de la ciudad que firma en ella varios proyectos. Habría que sumar a los edificios actuales la abundante arquitectura de finales del XIX y comienzos del XX (que aquí llaman klassische moderne), la de los años 50 y 60 o la de los 70-80. Y también las esculturas monumentales que adornan las calles, como la gran pieza de acero de Richard Serra, o la fuente de móviles de Tinguely, ambas en la plaza del Teatro. 6. Vivir Basilea Lo curioso es que estos brotes de vanguardia se injertan sin violencia en un burgo medieval bien conservado. El casco viejo (Grossbasel o Gran Basilea) se arracima en la orilla izquierda del Rin y ocupa dos colinas separadas por un arroyo (Birsig) ahora soterrado; esto convierte el centro urbano en una cascada de cuestas, pasajes, escaleras y hermosas perspectivas. En la colina que se asoma al Rin, la catedral gótica preside una terraza frente a la cual se difuminan los Vosgos y la Selva Negra. Las iglesias medievales (San Martín, San Pedro, Descalzos...) presiden plazuelas que escoltan al soberbio Ayuntamiento gótico (muy restaurado en el XIX) y a la Marktplatz, plaza mayor o del mercado, que sigue acogiendo, cada mañana, puestos de hortalizas, quesos, embutidos o flores. No faltan las ricas mansiones patricias de los siglos XVII y XVIII, ahora ocupadas por museos, oficinas municipales o dependencias académicas; la Universidad de Basilea fue la primera abierta en Suiza (1460) y es en buena parte responsable del ambiente que anima la ciudad. La marcha estudiantil se centra en torno al barrio de San Pedro, pero de noche se traslada a la Barfi (Barfüsserplatz, o plaza de los Descalzos), o bien a la otra orilla del río (Kleinbasel o Pequeña Basilea), en torno a Claraplatz y a las instalaciones de la feria. En resumen, y nunca mejor dicho: aquí hay de todo, como en botica.
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  • Un apasionante concentrado artístico y arquitectónico en la ciudad suiza
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  • Basilea, laboratorio de formas
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