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  • A día de hoy resulta imposible no identificar la ciudad de Wuppertal con Pina Bausch. Desde que en 1973 iniciaran su historia de amor "correspondido" hasta principios del 2007, por sus pieles ha pasado de todo. No han faltado celos, ni cariño, ni fiestas, ni tan siquiera reproches. Pero vayamos por partes. Wuppertal es una pequeña ciudad industrial del land alemán de Renania del Norte-Westfalia. Se trata de una ciudad reciente, manejable, situada a los pies del valle Wupper (Wuppertal). Es fruto de la unión de los seis pueblos del valle que se llevó a cabo en 1929. Cuenta con unos 380.000 habitantes. A diferencia de sus ciudades vecinas, se presenta sin centro histórico definido, pero con barrios muy diferentes entre sí que mantienen su idiosincrasia, a pesar del castigo que sufrió la ciudad durante los bombardeos de la II Guerra Mundial. Para tener una referencia más clara, basta decir que se encuentra a 25 minutos de Düsseldorf. Está muy bien comunicada por tren. Si se precisa una aproximación de la capacidad productora de Wuppertal es aconsejable no perderse, o mejor dicho, recuperar, la película que sobre la ciudad realizó Pina Bausch a finales de los ochenta. Se llama Die Klage der Kaiserin (La queja de la emperatriz), y en ella, Pina retrató la ciudad y sus alrededores: un poco de decadencia y bastante industrialización. En ella se aprecia una ciudad con un medio de transporte único y con intuición para atrapar al viajero. Wuppertal también es conocida porque en ella nació Friedrich Engels y su ideología combativa. De pequeño vio la explotación de los tejedores por parte de los industriales, y se le quedó grabado; hoy hay un museo, el de los Inicios de la Industrialización, a su nombre, Engels-Haus. Asimismo, tiene un jardín botánico (Botanischer Garten), fantástico (y gratis), en el centro. Una Universidad boyante. Sugerente programa de conciertos en la Stadthalle. Fachadas burguesas en Brider. Avenidas comerciales en Elberfeld. Y además cuenta con tres elementos impagables: el Tanztheater de Pina Bausch, el Von der Heydt Museum y el Schwebebahn, un tren elevado que discurre por lo alto de la ciudad, de hecho, la atraviesa. Sí, no es broma, los vagones viajan colgados de los raíles, al revés del mundo, algo alucinante desde cualquier punto de vista. Traqueteando Este peculiar ferrocarril fue inaugurado en 1901, y durante muchos años fue el emblema de Wuppertal. Todo aquel que se queda embobado mirando los vagones aéreos es guiri. No falla. Usted también lo hará, y también buscará una estación en la que subirse. Durante 13 kilómetros podrá planear la ciudad a una altura de entre 8 y 13 metros, desde donde disfrutará de las vistas del río, de las montañas, de las plazas... traqueteando, como si volviera al tacatá. Pero ahora la insignia de Wuppertal es Pina Bausch y su Tanztheater. Se trata de un edificio sobrio. Con un interior parco en diseños glamourosos. Muy antiguo, pero también muy renovado, como lo que hizo ella con la danza y el teatro. No tomar algo en su cafetería antes de una función es algo que debería prohibirse. Pina Bausch nació en Essen. Se formó junto a Kurt Joos. Pasó una temporada en la Juilliard School de Nueva York y en 1973 llegó a Wuppertal para dirigir el Tanztheater y se quedó para siempre. Aquí fundó su propio género, la danza-teatro. También se le ha llamado danza expresionista o danza abstracta. En realidad, lo que hizo Pina fue renovar la danza tradicional. Descender el ballet clásico del olimpo y fijarse en una nueva estética que tiene mucho que ver con la calle y con lo que la gente siente. Por eso la ciudad es tan importante en sus montajes. De ahí el movimiento libre, la interacción de la expresión corporal con el espacio, con los ruidos, el ambiente, diferentes músicas, diferentes superficies: en una coreografía de Pina Bausch, los bailarines pueden elevarse a limpiar cristales, caminar por encima de césped o intentar escalar una montaña de rosas. No obstante, como para llegar a amar una ciudad es necesario sentirla cerca y lejos, Pina Bausch ha basado su trabajo en un espíritu nómada. Además de Wuppertal, otras ciudades se han puesto a merced de su talento y de su curiosidad. De este modo, su compañía ha pasado largas temporadas empapándose de ciudad en Roma, Hong Kong, Lisboa, Palermo... atendiendo sus ruidos, sus silencios, su inquietud o su fragilidad, para luego preguntarse el porqué de todos ellos y fabricar un núcleo de obras, como Die Fensterputzer (Limpiadores de ventanas), sobre Hong Kong; Mazurca fogo, que se inspira en Lisboa; Agua, en Brasilia, o Tanzabend II, en Madrid. Piezas que se unen a otras ya míticas, como Caffe Müller o Walzer. Pero no todo fue fácil para Pina en Wuppertal. Aquí se enfrentó a un público dividido en admiradores y detractores. Amor y odio. Ha habido elogios, pero también amenazas. Por suerte, Pina no se fue. En octubre de 2001 celebró una gran fiesta de toda su compañía que se estiró 15 días. En ella pudo verse a amigos suyos como Pedro Almodóvar (usted, lector, vio a Pina Bausch en Hable con ella, sí, al inicio, ¿recuerda?), Caetano Veloso, Yerbabuena, Alain Platel y un sinfín de compañías de todo el mundo. Arte contemporáneo En cualquier caso, usted no puede irse de Wuppertal sin visitar el Von der Heydt Museum. Es un espacio magnífico. Contrasta el clasicismo, casi italiano, de la fachada con el vanguardismo expuesto en sus salas. En ellas podrá disfrutar de la presencia de telas de Munch y de otros contemporáneos, además de una estupenda serie del grupo expresionista alemán llamado Der Blaue Ritter (El Jinete Azul), fundamental en la evolución de la pintura en el siglo XX. Por supuesto, el museo también cuenta con una tienda muy bien abastecida. Al salir del silencio de las blanquísimas salas del Von der Heydt Museum, volverá a escuchar la vibración del Schwebebahn. Le espera a pocas calles, pendiendo de un hilo de hierro inmenso, como una bestia solitaria en busca de otra estación en la que respirar tranquila. En la pieza Die Kinder von gestern, heute und morgen (Los niños de ayer, de hoy y de mañana), de Pina Bausch, puede verse a un personaje enamorado que persigue por todo el escenario a su amada. La baba del deseo se le cae de los ojos. Siempre que da con ella, ella se gira y lo rechaza, lo empuja. Él se cae, no puede mantenerse en pie, pero antes de que su cuerpo toque el suelo y se lesione, otro personaje (otro niño, un amigo) logra sujetarlo y evitar el golpe. El amor gana al rechazo. No sucumbe. Algo similar podrá sentir en el Schwebebahn. Usted creerá que no es posible tanto flotar y que, en una curva o en un frenazo, se caerá, pero no sufra, siempre hay una estación que lo evita. Está milimetrado. Son alemanes.
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  • Pina Bausch visitó en 1973 la ciudad alemana, patria de Engels, y se quedó
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  • Wuppertal, el alma de la danza teatro
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