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  • Guadalupe González-Hontoria, profesora universitaria de tradiciones populares, podría tejer con sus rejas y alforjas la historia de España. Porque, como señala esta madrileña, el alma de los pueblos está encerrada en baúles, faltriqueras de caza y azufraneras. Doctora en Historia por la Universidad Complutense y directora del Museo de Artes y Tradiciones Populares de Madrid, acaba de publicar Las artesanías de España V. Zona Central Sur (Ediciones del Serbal), el quinto y último libro de la serie Las Artesanías de España. En sus páginas habla de las veletas de Guadalajara, del latón y el bronce de San Juan de Alcaraz, de las cerámicas vidriadas estanníferas de Talavera de la Reina. Tesoros que hoy se apiñan en media docena de aulas de la Universidad Autónoma de Madrid, en Cantoblanco (donde se encuentra el Museo de Artes y Tradiciones Populares), por lo que siguen siendo unos perfectos desconocidos para el público. Y mientras el Ayuntamiento de Madrid reforma la corrala del barrio de Lavapiés que acogerá el futuro Museo de la Artesanía (previsto para este verano), las historias de González-Hontoria sirven para conocer las costumbres de nuestros tatarabuelos. González-Hontoria conoció, según dice, al mejor alfarero de España, Pablo Martínez Tito, de San Millán (Úbeda). Su hijo Paco Tito y sus tres nietos siguen con la tradición familiar en tres talleres. En el de la calle de Valencia (44) todavía se puede visitar uno de los últimos hornos hispanoárabes de España. La autora desempolva también apodos populares que hablan de labores ancestrales: personajes anónimos como El Sartén, un ceramista de Luque (sierra de Córdoba) que, como nunca tenía lista la silla paridera que Guadalupe le había encargado, la convidó siete veces a chorizo y a vino. O como otro artesano que fabricaba arreos de mula como los que Camilo José Cela quiso comprar en su Viaje a la Alcarria. El periplo de esta mujer enérgica por más de dos millones de kilómetros arrancó tras un golpe de suerte: en 1970 le tocó un Renault 4×4 en un concurso de pasta de dientes Profident y se lanzó a la carretera. "Recopilé unas 6.000 piezas que cedí a la universidad", explica. No fue una niña común: de pequeña prefería los objetos de sabor añejo a las muñecas de porcelana. Sus padres vivían en un piso en Madrid, bajo la casa del pintor Eduardo Chicharro (1873-1949). Cuando llegaban las bailarinas que posaban para él, la casa se convertía en una jarana. Un día armaron tal escándalo que la lámpara de la familia González-Hontoria cedió y se quebró. El pintor les compensó con dos naturalezas muertas ilustradas con objetos artesanales que Guadalupe admiró durante años. En sus memorias por tierras españolas abundan las anécdotas. En San Martín de Viana, en Bollo (Ourense), se enamoró de unas alfombras hechas con plumas. Para su elaboración, la artesana prendía plumas que sobraban de la matanza entre el lino. Guadalupe enseñó una en los antiguos almacenes de Galerías Preciados. Le encargaron 24 unidades. Pero la costurera las tejió tan deprisa que cuando Guadalupe entró en Galerías Preciados con el encargo, quedó envuelta en una nube de plumas. En sus libros, González-Hontoria explica las circunstancias sociales que determinan la producción artesana. Y lo hace desde el convencimiento de que los utensilios, además de su función primera, son obras de arte. No apreciarlos significa, según ella, desentenderse de un bien cultural. Las Artesanías de España . Guadalupe González-Hontoria. Ediciones del Serbal. Cada uno de los cinco tomos cuesta 24 euros .
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  • Dos millones de kilómetros en busca de artesanía y tradiciones
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  • Las alforjas de la chica Profident
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