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  • La migración de ejecutivos al campo en busca de una paz que se cree tan onírica como bucólica continúa en pleno siglo XXI. Ahora les ha tocado el turno a María Díez y a Juan Ruiz, jóvenes madrileños cuyos demonios urbanos les han expulsado hasta la costa cántabra, allá donde las fincas resplandecen de verdor y las playas dan al concejo el bonito apelativo de Ribamontán al Mar. La casona en la que se han instalado, adscrita al Club de Calidad Cantabria Infinita, es una construcción del siglo XVII, de planta cuadrada y tres alturas, rodeada de una amplia pradería y adosada a unas cuadras con caballos. Por fortuna, el jardín de hierba y hortensias ha florecido en la zona trasera, indemne al mordisco de la carretera, frente a otros prados moteados de vacas que pacen y conforman esa imagen pastoril que los propietarios deseaban para su proyecto hotelero. Ahí comparten vistas el aparcamiento y un recinto con columpios para la clientela menuda. No cabe decir que los servicios atrapen a huéspedes más exigentes, pero el recibimiento de la propietaria es difícilmente repetible en otras casonas de ese estilo. Sobre todo, el nocturno, cuando la sordidez del asfalto no avisa de la calidez que el viajero hallará luego en su aposentamiento; y la disposición de acuartelar su hambre y su sed a una hora intempestiva, en cumplimiento de las más elementales reglas de hospitalidad. La casona acredita cierta antigüedad en el escudo nobiliario y en los tres arcos que presiden la fachada, perfilada entre gravilla negra y acero oxidado de rigor contemporáneo. Los interiores flirtean con el minimalismo al uso: paramentos ocres, suelos de hormigón pulido, muebles lacados en blanco, sillas de autor y cuadros de Julio de Pablo colgados por las escaleras de madera que vertebran los dos pisos de habitaciones. Especialmente atractivas se antojan las dos que proyectan su galería norteña sobre los prados traseros, aunque escondan algunos pecadillos domésticos, como el atoramiento frecuente de la pila de ducha. O las sillas de plástico que adornan las vistas cuando el buen tiempo permite el funcionamiento de la terraza exterior. El día amanece con un desayuno tipo bufé, bien atendido, que regala, entre bostezos, un zumo de naranjas exprimidas al momento. ¡Sí, qué momento!10 DORMIR Nomenclátor:Puntuación de 0 a 10Buena relación calidad / precioCEstablecimiento con encantoAEntorno ecológico 10A 6,5
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  • 20070317
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  • CASONA LAS CINCO CALDERAS, tranquilidad en el rincón cántabro de Ribamontán al Mar
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  • Una sensata huida al campo
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