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  • Mar de Castilla, provincia de Guadalajara. Volado sobre el embalse de Entrepeñas, entre pinares y bosquetes de encinas, Alocén es un pueblo tranquilo cuya rehabilitación monumental le valió en 1981 el Premio Nacional de Embellecimiento de Pueblos, hasta que años más tarde cosieron a sus faldas unos chalés adosados. Lo pintoresco, sí que es verdad, permanece adosado en torno a la iglesia, con vistas sobre las aguas del pantano. Aquí ha emprendido Jesús Ortega Molina un pequeño negocio de hostelería, en compañía de su hija Elena, tras el arreglo de una vieja casa de piedra, forja y madera. A pies juntillas se siguen en ella los arbitrios rústicos del hotel rural: viguería a la vista, visillos en las ventanas, balconcillos floridos, pavimentos de barro... Las dependencias se reparten en dos plantas. El ras de calle, donde se esconde una diminuta recepción, acoge el restaurante y dos dormitorios (El Jardín y El Castillejo), comunicados por una suerte de terraza mirador. Un patio de ambientación campestre, bajo una cubrición de vidrio, media entre el edificio principal y un anexo destinado a salón con chimenea para la clientela entregada a la lectura. Algo que difícilmente se puede hacer en privado, dadas las exiguas dimensiones de las alcobas. El nivel superior, apoyado sobre un callejón trasero, soporta otros tres dormitorios abuhardillados: Los Olivos, El Pantano y El Espliego, este último con un dosel que rompe con la ortodoxia arquitectónica. Lejos de reducir su escala, la escuadra de madera labrada que arma la cama comprime el volumen de la estancia, le quita profundidad y entrampa la vista del ventanuco más bonito de toda la posada, que es el que pone foco y casi toca la plaza Mayor de Alocén, con el pantano de Entrepeñas al fondo. Los cabeceros recrean un paisaje feérico en colores malvas, azules, naranjas o bermellón. El cuarto de baño se hace un hueco en la angostura de la habitación, sin una repisa donde depositar el neceser y sometido a la vibración del extractor. Las paredes hablan y dejan oír el murmullo televisual del vecino. Demasiada expectación para una posada que castiga los bolsillos con unos precios muy superiores a los de otros establecimientos rústicos. Menos mal que el restaurante bodega, ambientado con mesitas de dúo, chimenea y velas prendidas, depara una cena romántica con elaboraciones delicadas y bien presentadas. Miel de la Alcarria, hortalizas frescas y frutas de cosecha propia. Con música de Boney M como telón de fondo.
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  • 20070414
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  • LA POSADA DE LOS PANTANOS, vistas sobre Alocén y el embalse de Entrepeñas
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  • Parada en un pueblo de premio
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