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  • Cuatro años después del chapapote, la Costa da Morte vuelve a sufrir una amenaza de tintes ecológicos con el calentón inmobiliario que empieza a suscitar el llamado Plan Galicia de dinamización económica. Un adalid de la contención urbanística y el turismo sostenible es el periodista Jesús Trillo, delegado en Muxía de El Correo Gallego, cuyo hotelito rural de seis habitaciones quiere significarse por el culto a la tradición y el canto al paisaje del Finisterre galaico. Enclavada en la minúscula aldea de Santa Mariña, junto a un molino, un crucero y una capilla consagrada a su patrona, la Casa de Trillo conserva un documento foral que data de 1558, dos siglos antes de que naciera en ella Benito de Agar y Leis, emigrado a Cartagena de Indias como ayudante del virrey Alfonso Pizarro y cuyo hijo, Pedro de Agar y Bustillo, llegó a ser presidente de la Regencia de España e Indias a principios del siglo XIX. En el viejo lar, el propio Trillo o su mujer, Rosa Sánchez, relatan otras muchas historietas, como la del cura sabio de Villastose, que sanaba a los enfermos del pueblo e inventarió todas sus fincas y cartas forales. Silencio y noches espesas La rehabilitación de la casa no difiere de lo acostumbrado en este tipo de construcciones en las que el rigor de la piedra prevalece sobre el rigor arquitectónico, y lo que pudo no existir se hace pasar como un legado histórico y plurisecular. Pero en cuanto se viven sus estancias, lo esencial proviene del exterior. De un silencio que vuelve las noches espesas, encapsuladas en un fractal de montes ribereños al mar. De una panorámica siempre verde, impoluta, hilvanada de huertas, praderías vacunas, corredoiras y plantaciones forestales. Nada interfiere en la calma de la aldea, salvo la furgoneta del pan y otra de abastos, dos horas antes del ángelus. A estas fincas reticulares están dedicadas las seis únicas habitaciones: Granxa, Agra Darriba, Furiño, Gándara, Petón, Cortiña. Más mínimas que minimalistas, confortables antes que emocionales. Ajustadas al abecedario rústico, que es lo mismo que decir cama, alfombra, cabeceros y lamparitas de forja, mesa corrida, dos cuadritos y unos cuartos de baño como del siglo pasado. En la planta alta, eso sí, el lujo queda subrayado por una bañera de hidromasaje. Pues vaya. Los ancianos de la casa aparecen retratados a lo largo de la escalera. Peldaños abajo, el lar centra una planta diáfana y atiborrada de muebles en los que se desayuna con más pretexto que propósito, se cena por encargo con la suficiente antelación, se compran productos típicos de la zona expuestos en una vitrina fragante y se lee mientras no esté encendida la televisión. Porque en este salón y en los dormitorios, el único enemigo del silencio proviene del interior. Las paredes oyen y los suelos hablan.
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  • 20070602
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  • CASA DE TRILLO, en familia por los montes de la Costa da Morte
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  • Ventana al verde
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