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  • Tras el deshielo que cierra la temporada de esquí en Astún y Candanchú, el hotel se prepara ahora para recibir a quienes viven la montaña pirenaica como un reconstituyente alternativo del veraneo familiar. Por más que a los españoles les cueste iniciarse en el senderismo, las cumbres que enmarcan la estación de Canfranc, el puerto de Somport y la Canal Roya suponen ya sólo por sus valores paisajísticos un formidable regalo para la vista desde las ventanas de Santa Cristina. Una recia edificación en piedra con más de un siglo de antigüedad que sirvió de refugio escolar y cuartel de aduaneros hasta su reciente transformación en hotel por el empresario zaragozano Fernando Iranzo. Muy cerca se conservan las ruinas del monasterio de Santa Cristina de Somport, del cual toma su nombre, construido en el siglo XI para acoger a los peregrinos del Camino de Santiago. La intervención del arquitecto Ignacio Arzubialde respeta la fábrica existente con sus virtudes y sus carencias. El interiorismo ha sido encomendado al artista oscence Vicente García Plana, autor también del hotel La Casueña, en el aledaño valle de Tena. Sus forjados, artesonados, paramentos y cabeceros de madera pintados a mano recrean el orbe natural pirenaico a la vez que redundan en la plasticidad cromática de un Rothko. Sorpresa gastronómica Ninguno de los 52 dormitorios del hotel decepciona en confort, luminosidad y holgadas dimensiones, especialmente los dos superiores con cama de matrimonio, doble cuarto de baño y vistas a la gran terraza del hotel. Allí es donde aconsejan estar las temperaturas veraniegas, frente al bosque de pinos y bojes, o quizá entregados a la lectura en el salón biblioteca, ajenos al tránsito montañero que registra el vestíbulo central del hotel. En un extremo ha sido habilitada como novedad una zona fitness, con piscina interior climatizada, gimnasio para ejercicios cardiovasculares, sauna y bañera de hidromasaje con los que poner fin a una jornada andariega por los collados vecinos. Previa solicitud, vale la pena recibir un masaje deportivo que distienda los músculos para el día siguiente. La cena en el restaurante El Boj constituye una verdadera sorpresa por el mimo de sus elaboraciones y la imaginación vertida en la presentación de los platos. En ningún otro lugar del valle se come así de bien. ¿Por qué no esperar tanta bondad de los desayunos?
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  • SANTA CRISTINA, un hotel de piedra maciza en el Pirineo de Huesca
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  • La montaña sin prisas
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