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A algunos famosos les ha dado últimamente por abrir un hotel. Tal es el caso de Sara González, la cantante de Greta y los Garbo, que, con su marido, Marco Giovane, ha estrenado este año La Herrería, cerca de Aguilar de Campoo, al norte de Palencia. La iniciativa parece a priori audaz y muy gustosa, fruto de la rehabilitación de un edificio fabril del siglo XII adosado a un casón del XIX gracias a una original estructura de hormigón y acero cortén.
En la obra han intervenido con desigual fortuna el arquitecto César Cubillas, el decorador Erico Navazo y el estudio milanés de iluminación Liteqdesing. El primero se ha empachado de un vanguardismo formal carente de emoción e incapaz de atender los requerimientos de la utilitas hotelera: el bar forma un todo con el comedor, pero permanece cerrado la mayor parte del día, y la articulación de los espacios dificulta la circulación interior del servicio.
El segundo -el decorador- se ha empleado con mayor rigor en dotar de comodidad a los dormitorios que en vestir las zonas comunes: el mobiliario presenta una impúdica mezcolanza de estilos, a la vez que el columnario del restaurante evoca en madera una arborescencia geométrica más decorativa que estructural, quizá debida a la preeminencia artística de las esculturas cedidas por el Museo Ursi, de Aguilar de Campoo.
La finezza de la iluminación se hace patente en el salón y en los pasillos, y las habitaciones resuelven con buena nota el descanso nocturno. Colchones balsámicos, espacios sobrados y silencio angelical. El mobiliario es de excelente calidad. Menos logrados, los cuartos de baño, con unos sanitarios elementales, lavabo pequeño y bañera convencional. A seis meses de su apertura, lo peor es la precariedad del servicio y la decadencia de la cocina, inconsistente incluso en los desayunos. Corolario: para hacer funcionar bien un hotel no basta con ser famoso.
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