PropertyValue
opmo:account
is opmo:cause of
opmo:content
  • Cuentan las crónicas que en el año 760, siendo aún un renacuajo el futuro rey Alfonso II el Casto, los monjes de Samos le pusieron a salvo de su tío Aurelio, que quería hacerle picadillo, ocultándolo en Folgoso del Caurel. Ha llovido mucho desde entonces, y más en Galicia, pero la laberíntica sierra del Caurel sigue siendo un lugar ideal para perderse, incluso sin pretenderlo: aldeas abandonadas; pueblos tan pequeños que no aparecen en los mapas; carreteras que se interrumpen de sopetón al trasponer un collado; paisanos (los pocos que no emigraron) que sólo hablan gallego, y no precisamente el de Rosalía... Por eso hay quien dice, entre veras y burlas, que aquella águila de bronce que fue desenterrada en el monte Pía Páxaro pertenecía a una legión que se extravió fatalmente después de preguntar por el camino de vuelta a Roma en los 29 castros celtas de la sierra. Situada en el extremo meridional de Lugo, en la linde con Ourense y León, la sierra del Caurel es una soledad geológica de belleza sobrecogedora. Afilados montes de pizarra de 1.600 metros separan los revesados valles de los ríos Selmo, Lor, Quiroga y Soldón, todos ellos afluentes del Sil, cuyas aguas sin mácula se precipitan alocadamente al fondo de estos abismos en cascadas como la de Caroceiro, de 45 metros de altura, o Fervenza, de 23. Sobre el tapiz pardo y rosáceo de gleras y brezales que alfombra las laderas verticales se pintan aquí y allá los violentos verdes de las dehesas, antiguos bosques del común donde crecen desmesurados castaños seculares, amén de robles, hayas, tejos, acebos, serbales y avellanos. En el corazón de estas devesas, húmedo y oscuro como una cripta, pululan 44 especies de aves y 42 de mamíferos, incluido el lobo. Dehesa de Rogueira Aunque lo que apetece es echarse a andar cuanto antes por una de estas selvas comunales, el buen sentido viajero aconseja dar previamente una vuelta de reconocimiento a la sierra en coche. Desde Pedrafita, en plena A-6, tomaremos por la carretera LU-633 hacia O Cebreiro -puerta de Galicia en el Camino de Santiago- y la aldea de Hospital, antes de pasar la cual tiraremos a la izquierda, dirección sur, por la LU-651 hasta Seoane del Caurel. Tras alcanzar Seoane subiremos al Alto do Couto bordeando el fantasmagórico castillo de Carbedo y el monte Formigueiros (1.654 metros), para luego bajar por la cuenca del Selmo hacia Visuña, Ferramulín y A Seara, tres remotas aldehuelas que conservan intacta su tosca arquitectura de pizarra. Nuestra gira continuará por Cruz de Outeiro hasta Quiroga, desde donde regresaremos por el Alto do Boi, rebasando al poco las canteras de pizarra de A Campa, hacia Folgoso del Caurel y Seoane. Son, en total, 110 kilómetros de carreterillas endiabladas, acantiladas, sin quitamiedos, que suponen tres horas largas de conducción sin contar extravíos, éxtasis contemplativos y despeñamientos fatales. Cerca de Seoane, que hemos dejado adrede para el final de esta gira, se encuentra la aldehuela de Moreda. Y en Moreda, junto al aula de naturaleza, el camino que permite adentrarse a pie en el paraje más espectacular del Caurel: la dehesa de Rogueira. No lo decimos nosotros. Ya lo dijo hace un siglo el botánico Baltasar Moreno, que Rogueira era "un conjunto de maravillas, pequeño estado que las conquistas del cultivo extensivo han dejado todavía libre, rico y exuberante; recinto casi impenetrable; selva que, contando siglos de vida, conserva como nuevas las galas de su primera edad". De dicha aula parte un itinerario, señalizado con paneles informativos y jalones blancos y amarillos, que empieza remontando el río Rogueira a lo largo de un kilómetro; este primer trecho, entre prados amorosamente segados y solemnes y copudos castaños, es tan bonito que, si no tuviéramos un alto concepto de nosotros mismos, nos pondríamos a correr y cantar como Julie Andrews en Sonrisas y lágrimas. El sendero obliga luego a vadear el río, acaricia el pie de una cascada y zigzaguea ganando altura bravamente por la espesura de un hayedo oscuro y misterioso como el origen de la vida. A unas dos horas del inicio, y ya en la linde superior de la dehesa, donde el bosque deja paso a los brezales de la cumbre, desembocaremos en una senda horizontal que, de seguirla a mano izquierda, nos conducirá a la Fonte do Cervo, doble manadero de aguas calcáreas y ferruginosas que tiñen la roca de blanco y colorado. Estaremos entonces rozando el pico Formigueiros, máxima cota de la sierra, y avistando la entera dehesa y el valle del Lor; a la misma cima no subiremos, porque no hay senda clara ni a quién preguntar, y porque aquí, en el Caurel, quien piense que todos los caminos llevan a Roma puede acabar como el águila de Pía Páxaro.
sioc:created_at
  • 20070630
is opmo:effect of
sioc:has_creator
opmopviajero:language
  • es
geo:location
opmopviajero:longit
  • 1017
opmopviajero:longitMeasure
  • word
opmopviajero:page
  • 14
opmo:pname
  • http://elviajero.elpais.com/articulo/20070630elpviavje_9/Tes (xsd:anyURI)
opmopviajero:refersTo
opmopviajero:subtitle
  • La sierra lucense del Caurel, una soledad geológica sobrecogedora
sioc:title
  • Caminos que no llevan a Roma
rdf:type

Metadata

Anon_0  
expand all