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Entre terrenos sobrios de encinar, espartizales y matorrales aromáticos de romero se extiende Chinchilla (Albacete), con su foso de 10 metros de ancho, cavado en la pura roca. Por toda esta zona, entre manchega y levantina, particularmente en Alpera e Higueruela, hay una tradición de vino recio, a base de garnacha tintorera y monastrell, que hoy se recupera de un letargo de indolencia y mala elaboración. No ocurre lo mismo en las tierras altas de Montearagón, con sus casi mil metros de altitud, donde la viña, aterida, apenas medra. Claro que siempre hay alguien empeñado en llevarle la contraria a la naturaleza. Su nombre: Pedro Carrión, de profesión enólogo, capaz de elaborar con variedades foráneas vinos de gran mérito, donde pone a prueba su pericia. Selectus es, sin duda, su obra más personal y meritoria. Se trata de un tinto con una nariz sensual, abierta a las emociones frutales ácidas en un paisaje de cedro, tostados y especias, que aporta la extraordinaria elaboración en tinos de roble francés. En la boca resulta untuoso, con cuerpo, pleno de taninos jugosos y maduros. Tiene, cierto, una sobrecargada estructura, pero el vino pasa suavemente, sin pesar.
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