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  • El Parque Astérix -a media hora al norte de Lutetia (es decir, París)- recrea una leyenda y estimula la imaginación. Al organizar las atracciones en el corazón del bosque, sus diseñadores consiguieron además armonizar los artificios mecánicos para la diversión con el espacio natural, creando un lugar donde disfrutan tanto los adultos como los niños. A saltos, gritos y risas se suman afables paseos. Es más, el Parque Astérix propone una especie de jornada campestre. Se viene a almorzar, a merendar, a pasar el día. Y además de árboles, lomas de tierra y arbustos, hay mucha agua: cascadas, corrientes y riachuelos. Más que admirar, se juega. Pero además, la apuesta consiste en divertir enseñando. Leyenda y aventura La leyenda da cuenta de un pequeño territorio al norte de Galia que resistió fieramente al Imperio Romano. Derrotados por César, pero orgullosos y opuestos a la tiranía, los galos siguieron luchando. Entre ellos, el guerrero Astérix; su entrañable amigo -obeso y un poco corto, pero bellísima persona- Obélix; el druida Panorámix, con luengas barbas blancas e inventor de una poción mágica que vuelve fuerte a quien la ingiere, e Idéfix, el chucho mascota de las aventuras. Un puñado de personajes del mundo animado que marcan el hilo conductor del recinto y de muchas de sus atracciones. La estética del parque está inspirada en los cánones grecorromanos, pero también recrea el modus vivendi de los bárbaros. Entre atracción y atracción, en el camino surgen objetos domésticos y laborales que ilustran la vida cotidiana de galos y romanos: inscripciones, cacerolas humeantes, menhires, asuntos de magia, bustos de emperadores, columnatas, chozas... Entre la recreación y la animación pura, en ocasiones, el conjunto de templos, casetas y andamiajes logra alcanzar cierto realismo, siempre con una pizca de humor y manteniendo ese distanciamiento que recomendó Bertolt Brecht para impedir que la representación suplante la realidad mientras la imita. Placeres acuáticos Otro elemento clave: la adrenalina y el placer. En los toboganes acuáticos, como el Gran Splatch, te mojas, y en la Rivera de Elis, paseo fluvial siguiendo un decorado mediterráneo por sus orillas (olivos, flores suaves...), las parejas de enamorados disfrutan. En la gran fosa que rodea la empalizada del poblado galo, grandes barcazas de origen celta o vikingo se deslizan suavemente. Los troncos (material utilizado para construir la mayoría de edificaciones y juegos) confieren a las mecánicas un cariz humano, laborioso. Incluso hay una montaña rusa, de hasta 30 metros de altura y 1.200 metros de recorrido, hecha con madera (Trueno de Zeus), menos vertiginosa que la Goudurix (metálica), pero cuyos arranques y zambullidas en el vacío desatan no menos gritos de terror. El parque cuenta en total con 31 atracciones, de las cuales una docena son aptas para niños a partir de los seis años. Las atracciones acuáticas están bastante concurridas. Hay corrientes rápidas, con torbellinos y caídas de 13 metros, y otras cuyo caudal fluye suave. Con los primeros suenan trompetas y tambores; con los segundos se va al son de una música de arpas y flautas. En ciertos recintos, con maquetas a la altura del hombre, aunque fieles al original dibujado, pareces estar andando por las viñetas de un tebeo. Esta impresión es sobre todo patente en el Rincón de los Menhires y en la Fortaleza de los Galos. En medio de todo ello están los saltos de otarios y delfines en una piscina con anfiteatro de 2.000 asientos al aire libre. Es el Teatro de Poseidón. Los mamíferos marinos realizan piruetas muy graciosas. El Oxigenarium propone un sistema sofisticado de purificación del aire. Un poco repartidos por aquí y allá hay desahogos de feria, coches de choque, sillas voladoras, tiro a gallinas de plástico y rincones donde probar la habilidad con anillas y martillos, espacios que en general se acoplan sin desentonar con los intríngulis temáticos. Toda esa diversidad se observa desde unos vagones mecánicos que circulan a cinco metros de altura para divisar panorámicamente el conjunto del parque y el bosque. Es la atracción más pacíficay se llama Los Espías de César, a cuya entrada una placa-cartel informa: "Espionnare humanun est". 'Souvenirs' y 'gadg ets' Cada 200 metros, hábilmente camufladas en los bajos de templos y murallas, sandwicherías y quioscos venden alimentos, junto a tiendas de souvenirs y gadgets. Vale la pena acercarse al Caballo de Troya, ingenio volador que sube a 12 metros de altura, o a la impresionante Arenas Romanas, un gran circo con toldo donde se ejecutan gimnasias y espectáculos en el show La legión llama a filas. Otro espectáculo curioso es El Robo de la Gioconda. Ocho especialistas-actores-trapecistas representan, con viejos coches, sidecares, motos y un tren, sobre una superficie de 50 metros de largo, acrobacias e intrigas en un decorado. El Parque Astérix tiene algo de vivero, feria y museo del cómic. Cada año, cerca de dos millones de visitantes se sumergen en este mundo animado, que nos hace revivir esa extraña sensación que uno tiene cuando, expectante, lee un tebeo, volando por la página hacia los parajes y las aventuras que describen los dibujos.
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  • Astérix, Obélix y Panorámix animan un gran parque temático al norte de París
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  • Una poción mágica de diversión
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