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  • En la planicie interior de la Costa Brava, tierra de olivar mediterráneo y encinas centenarias, el holandés Albert Diks adquirió un castillo, documentado en 1301, que un día fue de Pere Margarit, quien acompañó a Colón en la expedición oceánica que dio nombre a la isla Margarita (Venezuela). De estilo gótico, cimentado sobre una anterior construcción románica, su compra ya había sido tanteada en su día por Dalí como obsequio a su musa Gala. Jardín, estanque, pozo y piedras centenarias, como en las mejores casas fuertes de la Provenza o de la Toscana. Destila buen gusto por sus 28 costados -entre aristas, escaleras y recovecos-, gracias a la intervención de Estrella Salietti, que no ha escatimado en detalles decorativos de China, Nepal y Tíbet, así como sedas y brocados traídos de India, azulejería artesana de Marruecos, vidrieras emplomadas por Juan Villaplana o muebles de anticuario acuñados en Inglaterra. En verano, la vida del Castell fluye amable al aire libre, frente al Puig d'En Marenys. Todo se impregna de aire mediterráneo. Sorprendentemente, el servicio apenas habla español e impone una distancia casi displicente sobre los huéspedes, sobre todo en el comedor. El desayuno, quizá por ello, se queda escaso en la oferta y en su elaboración. Si el salón principal recuerda, con sus largos cortinajes y sus sillones tupidos, algo parecido a un retablo en honor de Baco, las estancias privadas evocan la vida cuartelera en los primeros días de esta plaza fuerte. Austeras, a pesar de sus respetables dimensiones y sus vistas a la ermita del Remei. No hay mesa en la que sentarse a escribir, ni una iluminación acorde a la altura de sus techos. Las camas son muy pequeñas, y el minibar se esconde en un rincón, diríase tirado por los suelos. La ducha funciona a espasmos gélidos e hirvientes, sin que la grifería imponga un término medio. Eso sí, el baño es precioso. A destacar el de la número 2, abierto a la alcoba y acolchado en violeta. Mejor ambiente destila la suite Jardín Nuevo, decorada por Cristina Gabás, que ha sabido aunar lo clásico y las nuevas tendencias minimalistas con una cristalera enmarcada en la bañera del hammam, espectacular.
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  • CASTELL D'EMPORDÀ, una fortaleza del siglo XIV en la planicie del Ampurdán
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  • Dulzura y austeridad medieval
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