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  • Hospes, la cadena que dirige Antonio Pérez Navarro, es el mejor ejemplo en España de lo que podría denominarse hotelería bonita. Más que por el lujo, sus establecimientos se significan por la finura en los detalles y el arraigo de la plantilla en el entorno arquitectónico donde realiza su cometido, siempre de carácter histórico y monumental. Antes de subir a la habitación, el viajero es invitado a una breve visita guiada por las dependencias de uso común. Inaugurado este año, el palacio del Bailío cordobés data de la época romana, aunque no se tuvo noticia de sus moradores hasta la toma de Fernando III el Santo a los musulmanes, cuando el califato fue repartido entre los nobles que le acompañaban. Uno de ellos, el bailío Cárcamo, fue preceptor de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, quien heredó a su muerte la propiedad. Tras usos muy diversos, como edificio de Correos, cuartel de la Guardia Civil y residencia del torero Machaquito, el palacio cayó en manos de Rafael Castejón y Martínez de Arizala, catedrático de veterinaria y mecenas de la ciudad, que llenó sus paredes de motivos heráldicos y arrebatadas decoraciones mudéjares, además de crear una pinacoteca de gran relieve a mediados del siglo XX. Nada comparado con la última intervención de Hospes, que ha puesto todo felizmente patas arriba. Las caballerizas, las cocheras, los pajares, los graneros y hasta el plácido jardín trasero... Ahora sí que el palacio destila elegancia y vive un renovado esplendor. Frescos toscanos El patio interior, acondicionado como salón principal, exhibe unos frescos de evocación toscana pintados en 1720 por Pedro Ruiz Morián, y bajo el suelo acristalado, un imponente pavimento de mosaicos romanos. De esa época son los baños que hoy cimentan el Bodyna Spa, inspirado, por el contrario, en la espiritualidad oriental. La antigua galería, habilitada como sala de Internet, conserva un artesonado de yeserías polícromas y unos arcos trilobulados en las paredes, obra de 1940, inspirados en el arte califal cordobés. No menos relevante es el trabajo de la decoradora Maipi, habitual en la cadena, cuyas luminarias ovoidales de fibra de vidrio atemperan el peso de lo arábigo andaluz en todo el interiorismo del hotel. Tampoco debe caer en el olvido Periko Ortega al frente del restaurante Senzone, llamado a ser uno de los mejores de la ciudad. Los dormitorios percuten en la teoría del minimalismo (menos es más) sin el despojo estético al que otros hoteles de bajo presupuesto se han acostumbrado. Sobrios, sedantes y llenos de detalles, cumplen con las expectativas del lujo contemporáneo (más es menos). En singular, la suite Don Quijote, con pilastras corintias pareadas y pinturas del último tercio del siglo XIX referidas a la obra magna de Cervantes. O la suite Gran Capitán, con dos portadas escayoladas del siglo XIX y pinturas evocadoras de la capitulación de Granada y la toma de Nápoles a manos del legendario militar. Al atardeceder, una escuadrilla de velas encendidas se apodera del zaguán. La luna resplandece entre las palmeras y los naranjos del jardín. Es la hora de abandonar la piscina y dejar que Córdoba, sus arabescos y sus aromas se resguarden en el interior de este hotel.
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  • HOSPES PALACIO DEL BAILÍO, ecos de la Córdoba callada de la época romana y árabe
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  • Minimalismo y hospitalidad
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