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El novelista gallego Agustín Fernández Mallo, autor de Nocilla dream, está harto de recordar su estancia en Tailandia.
¿Por qué no quiere hablar del viaje?
Porque lo he contado demasiadas veces: me atropelló una moto el día que llegué y durante el mes que estuve en el hospital escribí Nocilla dream.
Entonces cuéntenos otro. En 2000 compré un descapotable de los años sesenta y decidí recorrer yo solo la Península por carreteras secundarias durante casi un mes.
¿Qué es lo que más le impresionó?
El laberinto vegetal que forman los arrozales del delta del Ebro o el ambiente lúdico, callejero y a la vez tranquilo de El Puerto de Santa María (Cádiz)
¿Y de los pueblos perdidos que descubrió?
Me encantó el ambiente y la arquitectura de Murias de Paredes, que está perdido en lo alto del valle de Omaña (León). Sólo había un bar-colmado-ferretería. La gente era un encanto, con sólo entablar conversación ya te empezaban a sacar embutidos y demás de sus casas.
Durante el viaje debió comer de maravilla.
Sí, aunque no recuerdo ningún nombre. Salvo el local de Prada a Tope, original, en Cacabelos (León). El propio Prada salió a saludarme (ahora ha instalado su negocio en el palacio de Canedo) y me contó cómo comenzó vendiendo sus famosos pimientos de El Bierzo en la carretera cuando era hippy.
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