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  • Desde el Egipto faraónico hasta el Imperio Británico, prolija es la lista de pueblos que han dejado su huella (castillos, ciudadelas, templos, teatros...) en esta exuberante isla que Marco Antonio regaló a Cleopatra. Tras décadas de ostracismo, por fin el país parece haber conseguido aplacar los demonios de la violencia nacionalista y religiosa. Partida en dos desde 1974, hoy es posible recorrer con facilidad y seguridad tanto la zona norte de la isla, ocupada por el ejército de Turquía y donde viven los chipriotas de origen turco (y miles de turcos importados desde el continente), como el sur del país, integrado en la UE, donde habitan los chipriotas de origen griego. Pese al sufrimiento pasado, parece que los habitantes de esta isla están consiguiendo recordar lo que les ha unido a lo largo de la historia, algo que el escritor británico Lawrence Durrell supo percibir a los pocos días de instalarse aquí: "Entonces comencé a entender el verdadero significado de la hospitalidad chipriota, resumida en una sola palabra: kopiaste, que viene a significar 'siéntate con nosotros y comparte". 1 Nicosia, el corazón partido Nicosia es la única capital dividida de Europa. Su corazón es una ciudadela veneciana del siglo XVI con forma de estrella de 11 puntas. En sólo unos pasos, el viajero puede cruzar, a través del puesto de control de la ONU en el hotel Ledra Palace, a las afueras de la ciudad, la pretendida fractura que separa a Occidente de Oriente: de la zona griega, al sur, a la zona turca, al norte. Sobrecogedoras son las calles vacías que quedaron en la tierra de nadie. La peatonal y antaño concurrida calle Ledra, arteria comercial, continúa seccionada por dos muros consecutivos. El pasado marzo, una excavadora de la zona sur derribó uno de ellos. Fue un gesto propagandístico más que otra cosa: una valla fue instalada en su lugar, y ahí sigue. Pese a que los muros (físicos y mentales) permanecen, Nicosia es una ciudad acogedora. Desde la zona turca, la llamada del almuédano marca las horas y llega a buena parte de la ciudad desde los minaretes de la mezquita de Selima (edificada sobre una catedral gótica del siglo XIII, Santa Sofía, que imita a Notre Dame de París). Cerca de este templo se halla el Büyük Han (Gran Posada), un caravasar otomano del siglo XVI, restaurado, donde comprar artesanía y tomar un buen café turco. También merece la pena pasear por el Belediye Ekpazari, mercado rebosante de delicias chipriotas y turcas... y de alguna que otra sanguinolenta cabeza de vaca. El sur de Nicosia es más bullicioso y moderno: abundan las franquicias de cualquier capital europea. Por eso conviene no salir del centro histórico, delimitado por la imponente muralla. En él aguardan las callejuelas del Laikí Yitoniá (Barrio Popular) y los murales de la diminuta catedral bizantina de San Juan Teólogo, del siglo XVII. A pocos metros, y un siglo más antiguo, se encuentra el palacete-museo del dragomán Kornesios, mediador entre griegos y turcos. Si es temporada, no dude en coger algún higo de la hermosa higuera del patio, y si se ha quedado con ganas de lujos otomanos, visite el restaurado hammam municipal de Nicosia o cene en el patio de Octana, un café librería ubicado en el interior de otro palacete. 2 San Hilarión y la coqueta Kyrenia En coche alquilado (ojo, con el volante a la derecha), hay que cruzar, al este de Nicosia, el puesto de control de Agios Dometios. Desde allí, la primera parada de la excursión al norte de la isla debe ser el baluarte de San Hilarión, un castillo del siglo XIII encaramado a un risco de la cordillera del Pentadáctilo desde el que en días claros se ve casi toda la isla. A una veintena de kilómetros más al norte, bajando las faldas montañosas hacia el mar, se llega a la ciudad de Kyrenia (Girne en turco), cuyo puerto fue construido por los romanos. El Museo del Naufragio, en el castillo, muestra un pecio hundido hace más de 2.000 años, en la época de Alejandro Magno. En los muelles de este fondeadero idílico abundan los restaurantes y tabernas. 3 Con Durrell en Bellapais De vuelta a la falda de las montañas, entre naranjos y limoneros, se impone una visita al pueblo de Bellapais. Desde las ruinas ajardinadas de su abadía gótica fundada por los agustinos (siglos XII-XIII) se contempla un mar de un azul irreal. En los años cincuenta del siglo XX vivió aquí el escritor Lawrence Durrell, quien narró sus vivencias en el libro Limones amargos de Chipre. En Bellapais vive todavía el llamado Árbol de la Ociosidad, a cuya sombra los vecinos del pueblo veían pasar la vida tomando café y ouzo. 4 Un santo subterráneo Camino de la costa oriental conviene desviarse en el monasterio de San Bernabé, junto al cual, en las catacumbas de una pequeña iglesia cercana, se venera el supuesto enterramiento de este chipriota que predicó junto a san Pablo. Otro de los grandes, san Marcos, fue quien, según la leyenda, enterró aquí a Bernabé. Sorprende lo humilde que es el sepulcro. Fresco, umbrío: rodeado de iconos, cirios y silencio. Uno mismo debe accionar el interruptor de la luz (poca) para ver algo. ¡No se olvide de apagarlo al salir! 5 Exuberante Salamina Para arqueología de primera división, las ruinas de la ciudad de Salamina (no confundir con la Salamina del Egeo, la de la famosa batalla entre griegos y persas). Esta villa fue capital de la isla durante mil años. Situada junto al mar, aquí se han hallado restos prehistóricos, fenicios, asirios, persas... pero la mayoría de lo que sigue en pie tiene dos milenios de antigüedad y pertenece a la época del emperador romano Augusto. Una palestra (donde entrenaban los atletas) con su columnata, un teatro para 15.000 almas, un anfiteatro, baños, acueducto, piscinas... En Salamina, además, se conserva parte de un templo consagrado a Zeus y ruinas de una basílica bizantina en la que está enterrado san Epifanio, el azote de los herejes. A un tiro de piedra, por cierto, está la playa. Una de las mejores, por poco frecuentada, de todo Chipre. 6 La casa de Otelo Por carretera en dirección sur, con el mar a nuestra izquierda, tardaremos pocos minutos en llegar a la fortificada Famagusta, el famoso "puerto de Chipre" donde Shakespeare ambientó su Otelo. Aquí se puede visitar el castillo en cuya torre el celoso moro de Venecia dio muerte a Desdémona. Como en Nicosia, la mezquita principal se asienta sobre los restos de una espléndida catedral gótica, esta vez inspirada en la de Reims. La cantidad de ruinas góticas sembradas entre las calles es tal que todo tiene un aire de Mad Max medieval. Gran parte de los destrozos provienen de la guerra de los años setenta. 7 Discotecas y milagros Por el puesto de control de Dhekelia-Pergamos cruzamos de nuevo a la zona griega. En este extremo de la isla encontramos, bajo unos imponentes acantilados, las calas de Cabo Greco, ideales para los amantes del submarinismo. Aquí se hallan las localidades de Protarás y Ayia Napa, llenas de discotecas. La ruta de escape más aconsejable se halla en dirección a la gran ciudad marítima de Lárnaca. Es sabido que Jesús le dijo al difunto Lázaro aquello de "levántate y anda". Pues bien, cuando Lázaro murió por segunda vez (y ya no volvió a andar) fue enterrado aquí. Sobre su tumba se erige una bellísima iglesia bizantina del siglo X. En Lárnaca (antigua Citio) nació además el filósofo estoico Zenón. A las afueras, pasando el aeropuerto, se encuentra el santuario musulmán conocido como Hala Sultán Tekke. En este complejo religioso levantado en mitad de un palmeral se supone que está enterrada una tía de Mahoma y que es el cuarto lugar en importancia para los musulmanes, sólo por detrás de La Meca, Medina y Jerusalén. Cuentan que de La Meca llegó volando una piedra que se mantiene suspendida en el aire. Pero no está permitido verla. Claro. 8 Lefkara y Kourion Al oeste, por la autopista, el magnífico monasterio de Stavrovouni nos vigila desde su atalaya. En su interior se guardan restos de la Vera Cruz. Por un desvío, hacia las montañas, se halla Lefkara, un pueblo de piedra donde las damas venecianas se retiraban a descansar y a bordar. Así enseñaron a las lugareñas, y ahora sus encajes tienen reputación mundial (son un buen souvenir, ¡y no pesan!). De vuelta a la autopista llegamos a la urbe de Limasol (de infausta memoria para el fútbol español). Posee un castillo y cientos de hoteles, restaurantes y discotecas. De noche, en la playa, una clientela multinacional se da cita en el Breeze, uno de los clubes nocturnos más famosos del Mediterráneo oriental. Cerca de Limasol encontramos las ruinas de la ciudad de Kourion. Su teatro, restaurado en tiempos romanos, es el único de origen griego en el que las gradas miran al mar. Aquí hay restos de un santuario consagrado a Apolo, de un palacio de más de 30 habitaciones, termas, mosaicos, una basílica... 9 De Pafos a Akamas Rumbo al oeste dejamos a nuestra izquierda las formaciones rocosas de Petra tou Romiou, donde, según el mito, nació Afrodita de la espuma del mar (afros significa espuma en griego). Todavía hoy peregrinan a esta bella playa las mujeres que desean quedar encintas. Al norte se halla la ciudad de Pafos, cuyos restos arqueológicos abarcan dos milenios y son patrimonio de la humanidad. Lo mejor: las tumbas de los reyes, una necrópolis subterránea grecorromana con influencias egipcias, y la colección de mosaicos. Ya sólo por ver el dedicado "a los primeros bebedores de vino" (uno de ellos a cuatro patas) merece la pena venir. En el extremo noroccidental de la isla se halla la península de Akamas, auténtico santuario natural, con playas salvajes y los famosos baños de Afrodita, un manantial que se remansa entre higueras en el que, según la leyenda, la erótica diosa retozaba con Adonis. 10 Las cumbres de Troodos En esta cordillera se halla el monasterio de Kykkos, descomunal, sobrevalorado y restaurado con un punto kitsch. Alberga, eso sí, un precioso icono de la Virgen que, se dice, pintó san Lucas. Pero Troodos esconde 10 pequeñas iglesias, diseminadas y aisladas entre los bosques, que han sido declaradas patrimonio de la humanidad. Por fuera son humildes: de piedra, sin campanario, con tejados a dos aguas... pero en su interior contienen frescos de una belleza y ternura irrepetibles. No se pierda los de la Virgen de Asinou, no muy lejos del camino de vuelta a Nicosia.
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  • Una ruta en coche por Chipre, el enclave más oriental del Mediterráneo
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  • La isla de Afrodita, en 10 paradas
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