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  • Bodas, comuniones y bautizos. Y un hotel donde celebrarlo. Por comodidad, organización e instalaciones adecuadas para congregar multitudes. Algunas veces, este tipo de hoteles sacrifican incluso cierta capacidad de alojamiento por dar espacio a los salones de convite, siempre que el escenario sea único o tenga duende. En el cerro Miramar de la capital malagueña acaba de entrar en funcionamiento uno de estos lugares que todo el mundo elige para casarse y dar prosapia al álbum fotográfico del festejo. El Castillo de Santa Catalina es un palacete hispano-musulmán construido en 1932 sobre los restos de una legendaria fortaleza que defendió la ciudad, allá en tiempos de Felipe IV. Su traza, inspirada en las murallas de la alcazaba vecina, fue un antojo arábigo andalusí del conde de Mieres, Manuel Loring Martínez, quien oteaba desde los torreones el arribo a puerto de su flota mercante. Las arquitectas María Caballos y Cristina Borrero han firmado su transformación en hotel. Arcos, alfices, pilastras, ajimeces, falsos matacanes. Y una fuente en el jardín del segundo nivel. Palmeras, eucaliptos, rododendros y arriates descolgados. Línea a línea, calcados de los poemas de Ibn Gabirol: "La noche me parece como un negro / al que hubieran ceñido la cabeza / con un turbante blanco". No es Babilonia, pero en el sueño de Loring algo se le parece. Una atalaya desde la que se ve toda Málaga, parte de Torremolinos y el mar que la separa de África. El palacete pone a disposición de quien lo solicite 1.200 metros cuadrados de salones, otros tantos de terrazas y jardines ceremoniales, y el resto, en ocho únicas suites a tono de los típicos esponsales malagueños. Camas adoseladas, mobiliario arabizante, cortinajes de peso, tapicerías estampadas y arañas barrocas colgadas del techo, bien centradas. Unas, con vistas a la bahía de Málaga; otras, a los montes del Limonar. Y la suite nupcial... Mucho frufrú, poco servicio; discreción, la reglamentaria, y un silencio beatífico. Presentaciones de prensa, exposiciones de arte, conciertos, fiestas temáticas, despedidas, aniversarios... La panoplia de eventos es ilimitada. Lo de menos es la tersura de las camas y el apaño del desayuno matinal al huésped de paso. Aquí prima el catering multitudinario con el nombre y el apellido del chef Pedro Pablo Hoz, artífice culinario del Grupo Lepanto, el más refinado de la ciudad.
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  • CASTILLO DE SANTA CATALINA, en el cerro Miramar, un balcón malagueño sobre la Costa del Sol
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  • Bodas al aire hispano-musulmán
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