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  • Las pousadas portuguesas, como los paradores españoles, se gustan a sí mismas en su evocación decorativa de la historia que les tocó vivir. La de Évora, bajo el envoltorio monumental del convento Dos Lóios, no es una excepción. Al abrigo del templo romano de Diana, las ruinas del castillo que defendía la ciudad animaron al descendiente de la dinastía real de los Bragança, Dom Rodrigo de Melo, y al duque de Cadaval, Dom Álvaro de Portugal, a edificar en 1485 la casa madre de los Lóios Evangelistas, una congregación religiosa conocida por sus hábitos de color azul celeste y por su hospitalidad. João II, João IV y João V, entre otros monarcas portugueses, obtuvieron entre sus muros la paz que necesitaban para gobernar. Hoy, el convento hospicia el desiderátum turístico de una clientela en su mayoría transoceánica atraída por la monumentalidad del pórtico toscano que preside la entrada, el atrio escaqueado que enmarca la recepción, el claustro manuelino y las bóvedas de crucería que acuartelan las mesas del comedor. O los salones góticos flamígeros que invitan a mirar. En una capilla lateral al patio de naranjos se instala a diario la sala de desayunos, sin estridencias en el menú. Galería renacentista Hacia la planta que ocupaban las antiguas celdas de los monjes asciende una robusta escalinata con baranda de mármol y un tapiz de Arraiolos a su frente. Parte de las habitaciones se ordenan por la galería renacentista del claustro. Otra, por un ala más doméstica del convento. Todas diferentes, ambientadas bajo el signo de la saudade y los guiños al imperio, aunque ciertamente venidas a menos en espacio y comodidades. Aquí, el sobreprecio se justifica por la historia del lugar y su emplazamiento céntrico en la ciudad, sólo por eso. Encima del claustro, la 105 apenas da cabida a dos camas separadas con sendas águilas labradas en los cabeceros. La 120 repite el esquema con una talla de volutas esencialmente portuguesa. Únicamente se libra de tanta estrechez la suite 101, rabiosamente rococó, con un empaque digno de la marca Pousadas de Portugal. Muebles clásicos, cuadros de santos y grabados alegóricos de las ciencias morales y matemáticas supuestamente estudiadas por los monjes evangelistas. Razones mundanas aparte, la pousada atesora dos joyas para esparcirse en el sentido más religioso del término. Zen total. Una es una capillita rococó requebrada en el mismo piso dormitorio que exhibe sahumadores y arañas de cristal de roca. La otra es el jardín trasero con piscina y el patio de muros alberos que lo resguarda. Ahí, semiescondido entre unos farolillos de filigrana, está el bar de verano bajo una terraza porticada con espectaculares vistas sobre los tejados de Évora.
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  • POUSADA DOS LÓIOS, descanso en un antiguo convento en la localidad portuguesa de Évora
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  • Desayunos lusos entre azulejos
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