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  • No cabía esperar menos en una ciudad de tantas torres, espadañas, miradores, plazas, iglesias, conventos, palacios y casas-palacio con la relevancia monumental y turística de Écija. Destinar uno de sus edificios más señeros -el palacio barroco de los Granados, nacido en el siglo XVIII- a la hotelería denominada boutique era sólo una cuestión de tiempo y de perspicacia empresarial. Como la que han puesto de manifiesto dos puertorriqueños bien avenidos, Francisco de la Renta y Pablo Ojeda, este último, arquitecto y responsable de la revisión arábigo-andaluza que distorsiona en parte el sesgo cristiano de la casa original. Porque aquí la decoración se impone a la arquitectura; el devaneo historicista, a la utilidad de los espacios. Colores, texturas y fragancias del mundo islámico desfilan por las suites, la alberca y el patio junto al florilegio ornamental de mosaicos, estucos, gasas, espejos, arañas, doseles, fuentes, flores y, por supuesto, granados. Patio de granados Un pequeño zaguán pintado de azul y una maravillosa puerta de rejería se anteponen al patio cubierto, pieza en la cual se vive, se descansa, se charla y se come, junto a una fuente de piedra. Más allá, un salón de confort más aristocrático invita a pasar las tardes del otoño ecijano, con vistas al patio de granados que da nombre al palacio. Una alberca naciente de un torso masculino encajado en el vano refresca, a su vez, los largos días de estío, cuando la ciudad entera arde hasta merecer el apelativo de la sartén de Andalucía. De camino a las habitaciones se pasa por delante de la Virgen del Valle, patrona de la ciudad. En ellas, el estilo se hace ecléctico, atormentado. Como en la suite Córdoba, probablemente la más palaciega, con bordados dorados a juego con las alfombras, un gran espejo enmarcado con pan de oro y otras notables piezas de anticuario. Habrá quienes no puedan respirar con tanto metal pesado, tanta alcurnia, pero nada está de sobra en este museo privado de la historia ecijana. En contraste, una pintura abstracta cuelga de la pared como concesión forzada a la modernidad. El cuarto de baño, sin embargo, decepciona por su estrechez. La selección de cosméticos evoca tiempos pretéritos en las texturas y las fragancias. Cuando los propietarios se personan, lo añejo se vuelve actual y el palacio se despoja de su carga barroca a favor de cierto minimalismo sensorial. A la sombra de otro palacio -el vecino de Santaella- y el campanario de la iglesia de Santiago, la conversación se vuelve amistosa y amena. Qué bien se vive la noche de Écija en un patio.
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  • 20070929
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  • PALACIO DE LOS GRANADOS, un establecimiento de alcurnia en Écija
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  • En torno a un patio delicioso
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