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  • La especialista en los nombres con chispa es la chica. Cómo me lo Como es el segundo restaurante del trío de socios formado por Laura López, Ricardo Sanz y David Nogal. El primero se llama Con dos Fogones. Cómo me lo Como lleva abierto un año y medio en el madrileño barrio de Noviciado. "Queríamos montar el típico sitio que apetece encontrar cuando estás de viaje en Edimburgo o en Ámsterdam: bonito, con una carta currada y donde no te peguen un sablazo", explica Ricardo, de 39 años, que cambió el estrés de su trabajo en televisión por la hostelería (casado con su socia, la pareja tiene también una casa rural en Zafra de Záncara, Cuenca). Lo del sablazo es fundamental, de ahí que Cómo me lo Como se caracterice por estupendos menús de mediodía y de noche. "Por el precio de un menú de toda la vida, ofrecemos algo radicalmente distinto", dice Ricardo. "Basta con ser un poco imaginativo: si vas a poner merluza, no la hagas rebozada; sírvela en papillote". La crema de verduras lleva nube de pimiento; la lubina, muselina de mejillones, y el costillar de cerdo se acompaña de tempura de batatas. Exotismo y comida casera donde bailan el chutney o el tamarindo con el salmorejo y las albóndigas. Los platos son generosos y los menús cambian cada día, haciendo gala de lo que Ricardo llama "constante exploración". La carta también juega con las palabras (noestoyadieta consiste en 200 gramos de carne, y los helados de alucine son de cactus o de pétalos de rosa). Los platos estrella, esos que los clientes asiduos piden una y otra vez, son la hamburguesa de merluza y el pollo indio, un tandori tuneado con el toque de modernidad multicultural que prima en Cómo me lo Como. La decoración también mezcla rollo étnico y pulso urbano. Una pared está estucada en rojo con vigas vistas, la otra es de cemento basto. Al fondo hay un rostro de Buda de 400 kilos, y en el techo, las tuberías quedan al descubierto como en todo loft que se precie. Hay asimismo mucho corazón, Ricardo ha hecho las mesas con sus manos, y las vidrieras del techo son obra del padre de su mujer. Y en cada mesa, velita. Entre la clientela, jóvenes profesionales que quieren llenar la panza y probar novedades sin tener que tomarse la vida demasiado en serio.
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  • Sabrosos juegos de palabras
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