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  • Don Juan de Borbón trabajó de botones en este hotel. Ernest Hemingway tenía reservada la habitación 217, desde donde contemplaba los sanfermines. Ambos gozan del recuerdo de los pamplonicas en la legendaria fonda La Perla, inaugurada en 1881 y renovada el pasado junio con galones de un lujo que nunca tuvo. El padre del actual rey de España no practicó en realidad el oficio de la hostelería: utilizó una acreditación falsa como empleado del hotel en su incorporación al frente por la frontera de Dantxarinea, en 1936. Y en cuanto al escritor, tampoco debió de asomarse mucho al balcón, pues pasaba gran parte del festejo acodado en la barra del bar. En 1961, con la habitación ya reservada para el encierro de San Fermín, se pegó un tiro en su casa de Idaho. No es raro que un establecimiento con tanta historia luche por sobrevivir con un rediseño capaz de asombrar a sus empleados más antiguos. La fachada se ha conservado tal cual, mejor iluminada si cabe, frente al quiosco de música de la plaza del Castillo. Del interior sólo quedan algunos muebles deslavazados y ciertos artefactos de época, como la centralita telefónica, de escaso valor museístico. El resto se ha sometido a un minimalismo a la moda, aunque de mucha calidad en los acabados y pulcro en su ambientación. Huele a madera y a amistad. Tres siglos y cuatro generaciones del apellido Moreno lo avalan. En las sábanas, y en los fogones que, como un bucle del tiempo, se han puesto a disposición de Josefina y Conchita Guerendiáin, dueñas de Las Pocholas, otro referente que fue de la hospitalidad en Pamplona. Abierto a la calle de la Estafeta a través de un ventanal, el comedor del hotel reproduce con increíble realismo el ambiente de Las Pocholas, aquel mítico local. De las 44 habitaciones con que cuenta el hotel, la mitad lleva escrito el nombre de quienes le dieron publicidad: Víctor Eusa, el arquitecto artífice de la fachada; Pablo Sarasate, huésped entre 1888 y 1908; Julián Gayarre, tenor roncalés amigo de la familia propietaria; Manolete, que solía vestirse de luces en la esquinera 106; Orson Welles, que una vez se despistó a la hora de pagar la cuenta, y, cómo no, el autor de Fiesta (1927), que hoy recordamos en la 210 (antigua 217). A falta de instalaciones comunes, insólito en un cinco estrellas, el hotel se recluye en estos territorios privados con vistas a la plaza, amplios y confortables, dotados de camas enormes con seis almohadones, mampara de vidrio entre el salón y la alcoba, un generoso ajuar cosmético y un equipamiento de baño a la última. El hotel se muestra sobresaliente en el servicio, heredero de las buenas maneras de aquellos empleados de toda la vida, hoy retratados en las panorámicas que decoran los rellanos de las plantas. Entre ellos, Fernando Hualde, 30 años al frente de la recepción y autor del libro Hemingway, cien años y una huella. Un ejemplo.
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  • GRAN HOTEL LA PERLA, un clásico de Pamplona recién restaurado
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  • Hemingway en la 217
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