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  • Al asomarse al mirador de Los Campitos, desde donde se contempla todo el centro urbano, Santa Cruz parece una ciudad de juguete. El blanco auditorio proyectado por Santiago Calatrava -que parece a punto de zarpar hacia ese mar de azul atlántico- convierte casas, avenidas y parques en fichas de Monopoly o partes de una maqueta todavía por terminar. Si descendemos, sentimos que, más que de juguete, la ciudad, de 220.000 habitantes, mantiene ese encanto de las poblaciones donde son muchas las personas que se conocen, al menos, de vista. Si se busca cultura sin peligro de saturación, naturaleza muy a mano y la placidez de lo pequeño y manejable, Santa Cruz es una buena opción, sobre todo ahora para huir del frío peninsular, ya que las temperaturas aquí no suelen bajar de los 20 grados. 10.00 Arte y árboles La Ley de Memoria Histórica obligará a cambiarle el nombre a la principal arteria de la ciudad: la rambla General Franco dejará de serlo, pero, se llame como se llame, es la avenida más hermosa de la ciudad, con sus laureles de Indias, palmeras y jacarandas que la recorren de este a oeste. Después de tomarse el típico barraquito (cortado de leche natural y leche condensada en vaso largo y, si se pide, con canela y limón) en el quiosco de la Paz, se emprende el paseo a lo largo de las Ramblas hasta el parque de García Sanabria. La galería Leyendecker está de camino. Volcada en el arte contemporáneo, tiene entre sus artistas a Rob Scholte, Donald Baechler o David Lachapelle. No hay otra galería como ésta en la ciudad. Más arte se irá encontrando a lo largo de las Ramblas, donde desde 1973 existe una exposición permanente de esculturas en la calle que incluye obra de Henry Moore (El guerrero de Goslar, en las Ramblas), de Martín Chirino (Lady Tenerife, en la plaza del Colegio de Arquitectos) o de Óscar Domínguez (Monumento al gato, en el recién renovado parque de García Sanabria). Este parque es uno de los emblemas de la ciudad, y forma parte del imaginario colectivo de todo el que fue alguna vez niño en Santa Cruz. Hoy, bajo el rediseño concluido en 2006, los espacios son menos intrincados y misteriosos de lo que lo fueran en el pasado, pero el interés botánico, con más de 200 especies de árboles y plantas tropicales, permanece. 12.00 De compras sin prisas Desde el parque y hacia el puerto se abre la zona comercial de la ciudad, donde desde la calle del Pilar y hasta la calle del Castillo se concentran la mayoría de tiendas de la ciudad. No hay aglomeraciones y sí una nutrida oferta que satisface a las almas consumistas. Alguna que otra joya sobresale entre la maraña de tiendas más evidentes, como la librería El Pa-So, con una cuidada selección. Muy cerca está uno de los bares clásicos más mimados de la ciudad: La Garriga, cuyo bocadillo de tortilla equipara su fama a la del carnaval. 13.30 Pescadito y papas arrugadas A pocos pasos de la librería, el restaurante El Puntero. En pleno centro es posible comer como si se estuviera en la playa. Pescado, chocos, chopitos, papas arrugadas..., en una de las casas viejas que resisten la airada demolición del casco antiguo de la ciudad. Otra buena idea si se quiere degustar comida canaria en un ambiente ad hoc es ir a La Hierbita, en la zona cercana a la calle de la Noria, reducto de casas coloniales. 16.30 Hacia el mar La ciudad por momentos le da la espalda al mar, y esto hace que después de una mañana paseando por sus empinadas calles nos preguntemos por la costa. El nuevo proyecto de reconstrucción de la plaza de España, junto al puerto de Santa Cruz, pretende ampliar la conexión de Santa Cruz con el mar. El proyecto corre a cargo del prestigioso equipo suizo de arquitectura Herzog y De Meuron, que también está detrás del proyecto del Instituto Óscar Domínguez de Arte y Cultura Contemporánea, que se inaugurará a principios de 2008. Cerca de este nuevo centro de arte vale la pena darse un salto a ese edificio-gruta que aloja la Presidencia de Canarias, proyectado por el equipo más cotizado de la arquitectura contemporánea autóctona. Son AMP, responsables del bloque de apartamentos Bouza, en la calle de la Marina, y del Espacio Cultural El Tanque. Y también del espléndido proyecto Tíncer, un estadio de atletismo (recién inaugurado en este barrio de Santa Cruz, y que en julio de 2008 acogerá el campeonato de España de atletismo) que figuró en la reciente exposición de arquitectura española del Museo de Arte Moderno (Moma) de Nueva York y cuya maqueta fue la portada del catálogo. Y en la playa de Las Teresitas, a siete kilómetros, un proyecto en ejecución de Dominique Perrault (nuevos espacios lúdicos y de servicios y de regeneración de la playa). Da igual que sea noviembre o enero, el baño aquí es de rigor para turistas y locales. Sus arenas blancas, traídas del Sáhara en los años setenta, forman un escenario que resulta de lo más pintoresco con el pueblo de San Andrés de fondo. Si se buscan playas más salvajes, la más cercana es la playa de Las Gaviotas, nudista y plagadita de surferos. Sólo probar la ensalada del chiringuito a pie de mar hace que olvidemos el difícil acceso. 19.00 Un café cultural El café que alberga el Círculo de Bellas Artes, cuya sala de exposiciones se debe visitar para conocer el arte emergente canario, es cada vez más un punto de encuentro de jóvenes chicharreros pendientes de la cultura menos oficial. Los jueves del Círculo comienzan a hacerse conocidos gracias a la programación de cortos y películas a degustar con unas tapas y unas cervezas canarias. También se puede dejar que la tarde se convierta en noche en el estrecho callejón que alberga dos de las mejores terrazas de la ciudad: Parra y El Desván son dos clásicos para escuchar buena música y beber hasta la madrugada. 20.30 La difícil noche de Santa Cruz La calle de la Noria es desde hace unos años la zona más animada, donde se puede cenar en restaurantes como El Bulán, en cuya terraza puede disfrutarse de una jaima para tomar un té o unos cócteles después de haber comido de una carta que interpreta libremente la comida tailandesa. Pubs como el Jet Lag andan animando el ambiente nocturno más indie por esa zona. Más fama tiene la histórica ciudad de La Laguna, a la que se puede llegar en poco más de media hora con el nuevo tranvía que une las dos ciudades. Inaugurado en 2007, los chicharreros se suben entusiasmados a su nuevo juguete para acercarse a la ciudad mimada por todos. La Laguna es la joya de Tenerife -su casco antiguo fue declarado patrimonio de la humanidad-, y también la más querida por los jóvenes, que, por su carácter universitario, siguen abarrotando sus bares. El pub Chola es un clásico que garantiza buena música y ambiente un poco más maduro que los bares del Cuadrilátero, la zona donde se concentra la mayoría de los pubs. Y para acabar, el Sketch o el Barock.
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  • 24 horas de travesía urbana
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