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Sin apenas llamar la atención, Quique Barella ha pasado a engrosar el grupo de jóvenes cocineros que en los últimos tiempos han elevado de manera considerable el panorama gastronómico de la Comunidad Valenciana. En la planta superior del rehabilitado mercado de Colón, vistoso edificio modernista del arquitecto Francisco Mora construido entre los años 1914 y 1916, ofrece una cocina mediterránea contemporánea que no es ajena a sus raíces.
Recetas con el impagable don de la sencillez, que hacen particular incidencia en los pescados, sin pasar por alto las inevitables especialidades de arroz y de fideos. Restaurante serio que, a pesar de tener abiertas sus cocinas dos plantas más abajo, consigue que sus platos lleguen hasta el comedor a la temperatura correcta.
Técnica depurada
Quique Barella es un profesional de técnica depurada que acusa la influencia de Raúl Aleixandre (restaurante Ca Sento), con quien trabajó durante algún tiempo. Bajo su dirección también funciona Bamboo de Colón, cafetería desenfadada situada en los bajos del mismo edificio.
Es una pena que un día cualquiera algunas sugerencias de la carta (coca de boquerones y canelón de pollo de corral) se encuentren agotadas. O que en la recién revisada lista de vinos, los crianzas y reservas figuren sin fecha de añada, algo imperdonable.
Bocadillo de trufa negra e ibérico
Que la casa pretende estar a la última se aprecia en la vistosa relación de entrantes (ensalada de ortigas de mar, all-i-pebre con tartar de gambas, clotxinas con aguacate), que duplican en cantidad y agudeza creativa los platos de más peso. Para comenzar, nada como el bocadillo de trufa negra con tocino ibérico. Combinación sensacional, entre lascas finísimas de pan crujiente, a la que perjudica el exceso de sal del velo de grasa.
No menos interesantes resultan sus espardeñas con aceite de picada (de frescor y textura impecables), o el rossejat de fideos, ilustrado con sepias pequeñas (de sabor acertado, aunque posea más sal de la cuenta). Afortunadamente, el local se aviene a servir medias raciones de casi todas sus especialidades. Facilidad adicional que permite improvisar un menú degustación a capricho. Resulta muy fina la lluerna (rubio) con jugo de fesols i naps, y acertado el costillar de cordero con hierbas del Maestrazgo.
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