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  • Nos sorprende que a día de hoy, en plena hipermodernidad, más de veinte países sigan becando a sus artistas e investigadores para que respiren lo que Roma puede ofrecerles en materia artística? La tradición de instalar academias internacionales en la capital italiana, iniciada por Francia en 1666, sigue hoy más que viva; el famosísimo Premio de Roma, que obtuvieron en su momento Berlioz, Delacroix o Samuel Barber, lo reciben anualmente docenas de artistas e intelectuales de todo el mundo: por algo Roma es el contenedor de historia del arte occidental por antonomasia, y como bajo el mandato de Augusto no estaba aún vigente el arte electrónico o la videopoesía, son estos artistas quienes se encargan de producirlo desde el entorno espectacular de las villas y palacios que serán sus hogares durante su estancia en Roma. El viajero que quiera husmear en la cotidianidad de las academias puede hacerlo de diversas maneras, pero atención: si su visita coincide con la jornada anual de puertas abiertas en alguna de ellas, las punzadas de envidia al entrar en los estudios de los artistas serán inevitables. En cualquier caso, muchas de estas institucionas organizan semanalmente actividades culturales destinadas al público en general cuya misión es aportarle unas gotas de contemporaneidad a la sacrosanta tradición artística romana. Una ruta por las academias visitables podría muy bien comenzar en el meollo del parque Villa Borghese. Ya desde su verja de entrada, dragones y águilas en relieve nos saludan por doquier si sabemos buscarlos: son los iconos que representan a la aristocrática familia Borghese, en su día dueña y señora del parque y de la galería de pintura de igual nombre. Pero la pinacoteca más próxima a las academias es la Galeria Nazionale de Arte Moderna (GNAM), un edificio imponente de tintes clásicos que propone exposiciones temporales y una importante colección de arte centrada en la primera mitad del siglo XX. Para picar algo por la zona, la única pero excelente opción es el Caffé delle Arti del propio museo, con resonancias costazuleñas de bienestar con solera. Nada más cruzar el Viale delle Belle Arti nos topamos con la Via Omero, en la que se encuentra casi todo el catálogo de academias de la ciudad: la sueca, la belga, la danesa, la rumana, la de Holanda, la de Egipto..., cada una perteneciente a una tradición arquitectónica completamente distinta. En el Viale Gramsci, y casi compitiendo en majestuosidad con la GNAM, se sitúa la British School at Rome, que tras sus columnas clásicas esconde exposiciones de artistas británicos consagrados y emergentes, además de conferencias sobre arte e historia. Abandonando el parque, y acercándonos hacia la otrora vital y glamourosa Via Veneto, llegamos a la Via Ludovisi. Allí nos espera el Instituto Suizo, una de las academias más dinámicas de Roma: Nosferatu, de Murnau, con acompañamiento de piano en directo; conciertos de jazz; conferencias sobre Robert Walser... Cada semana conviene consultar su programación para acceder a este palacio en cuya entrada hay una falsa gruta entre kitsch y elegante que le da señas de identidad al lugar. La siguiente parada es la mítica Villa Medici, que nos puede muy bien servir como refugio ante el tumulto turístico si nos encontramos en las inmediaciones de Piazza Spagna: subiendo la archifamosa escalinata daremos enseguida con la villa y, una vez dentro, nos recibirá un descomunal Luis XIV esculpido en mármol y vestido de soldado romano, con sandalias ad hoc y todo. El encuadre velazqueño Los fines de semana por la mañana es posible hacer una visita guiada a sus jardines y, por ende, fotografiar el encuadre exacto que Velázquez eligió para pintarlos, ahora decorado con una pequeña escultura de Afrodita. Con la excusa de visitar el jardín, de asistir a un concierto o a una exposición, conviene tomarse un capuchino en su cafetería, una de las más coloristas de Roma, y pelearse si fuese necesario por la mesa que da al ventanal, desde el que las vistas de la ciudad son espectaculares. Al fondo se ve, como si fuese un faro color albero, una de las torres de la Academia de España, cuya panorámica de Roma es tan imponente o más que la de su homóloga francesa. La Academia de España y la estadounidense se encuentran en lo alto del Gianicolo, la colina más patriótica de Roma, desde la cual todos los días a las doce de la mañana se lanza una salva de cañón en honor a Garibaldi. En ambas academias, exposiciones, conferencias y conciertos se programan durante la semana. Las dos están a igual distancia de la gigantesca Fontana Acqua Paola, también llamada Il Fontanone por sus considerables dimensiones, y del mirador al que tantas parejas van al caer la tarde para contemplarse mutuamente y contemplar también Roma desde lo alto. Pero la atracción principal de la zona está pegada a la academia española: el extraordinario Tempietto del Bramante, encargado por los Reyes Católicos al arquitecto italiano, abre sus puertas a diario a los visitantes que deseen ver de cerca este edificio cuyas proporciones amables contribuyeron a establecer el canon arquitectónico del Renacimiento. Y para volver a la realidad tras el ambiente refinado de las academias conviene bajar al Trastevere, el barrio que se halla justo debajo del Gianicolo y que gusta por igual al visitante con ganas de cenar cocina romana y al joven rasta que se sienta en plena calle a mirar pasar gente. El lugar idóneo que funciona como tratamiento de choque es el bar San Calisto, en la plaza de igual nombre. Su formato de bar sencillo de barrio, con terraza abierta todo el año y personajes pintorescos, enloquece a lugareños y visitantes. Otra opción más suculenta es acudir a Da Gildo, en la Via della Scala, un restaurante con una sección temática dedicada a la alcachofa en su temporada de otoño-invierno y otra dedicada a las habas cuando comienza la primavera, porque, para bien o para mal, no sólo de arte y cultura vive el hombre. .
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  • Ruta por las academias romanas y los parques y villas que las rodean
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  • Imán para jóvenes artistas
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