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  • Quién no ha tenido alguna vez sobre su mesa una botella de Solares... Consciente del gran valor de esta marca, la familia Añíbarro decidió reabrir al público las instalaciones balnearias que antaño dieron prosperidad a la villa cántabra, aunque del hotel no quedaran ya en pie ni las fachadas. Edificado en 1899 sobre las ruinas de otra anterior casa de baños, muy cerca del manantial de Fuencaliente y la planta embotelladora de agua, aún en funcionamiento, el vetusto balneario fue clausurado en 1976. El que hoy asoma entre la arboleda no es sino la recreación temática de aquel edificio romántico con piscina y capilla que escenificaba, entre pamelas y chaqués, la llegada de los agüistas en sus autos de gasógeno. Los arquitectos Luis de la Fuente, José Manuel Echevarría y Blanca de la Fuente, autores del proyecto del hotel -José Vázquez-Illa ha firmado el del balneario-, no se han recatado en reconstruir los balcones, la columnata e incluso la pasamanería dorada con la fidelidad fotográfica que exigiría el rodaje de una película. El atrezo lo completan un falso mobiliario de estilo isabelino, algunas luminarias versallescas, tapicerías de muestrario y carpintería seriada para el realce seudoartístico del edificio. Sólo falta un conserje de librea y un botones a cargo del equipaje en la puerta. Enorme pérgola de madera Con frescos nubosos en la bóveda, el atrio constituye el núcleo orbital del edificio. En dos alas comunicadas por su eje se organizan las tres plantas de habitaciones, pulcras en su diseño y confortables en su equipamiento. Desde luego, sin los excesos decorativos de las zonas comunes. Con cierta pausa campestre. Y felizmente insonorizadas, pues la autovía del Cantábrico pasa rozando el complejo. Sólo que en los cuartos de baño, el huésped puede recibir eventualmente una ducha escocesa; es decir, a ratos hirviente, a ratos gélida. Frente al jardín trasero, el comedor padece la insolvencia de una iluminación lúgubre, añeja. Los desayunos son escasos y desatendidos. Pero se cena sorprendentemente bien. Y se digiere mejor. No tan cursi como el hotel, el balneario recuerda el sesgo neomudéjar del anterior en la enorme pérgola de madera que lo culmina, bajo la cual se encastran la piscina, las cabinas de rehabilitación fisioterapéutica y una zona termal infantil. Con un caudal diario de 3.456.000 litros a 29,8 grados, sus aguas bicarbonatadas, cloruradas, cálcicas y sódicas están especialmente indicadas para los procesos digestivos, metabólicos, antiinflamatorios, diuréticos y del sistema nervioso. Los tratamientos se realizan, sin excepción, bajo supervisión médica.
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  • SOLARES, en Cantabria, reabre el histórico hotel, reconstruido con los cánones del anterior
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  • Estampas románticas en el balneario
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