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  • Con frecuencia, un hotel sirve poco más que de escaparate para el autobombo de un arquitecto o un diseñador de interiores. No es el caso de este inadvertido lugar orillano a la plaza de la iglesia de Espolla, un pueblecito casi incógnito del Alt Empordà enclavado dentro del parque natural de L'Albera. Su propietario es el reconocido interiorista Josep Canaleta i Mas, con estudio y showroom mobiliario en el centro de Figueres; pero las cinco únicas habitaciones del negocio han cobrado vida propia gracias a la entrega personal de su hijo Pau. La mansión, originaria del siglo XVII, bien se merecía un cortesano así. Un anfitrión de gestos más que un descorado. Un artista de los detalles más que un escenario con cien detalles de artista. Gestionado como un bed and breakfast de lujo, el hotel vertebra sus espacios sin apenas tocar la estructura primitiva. A un lado, junto a la entrada, la almazara reserva una instalación escultórica. Otro salón se organiza en varios ambientes para la lectura o la navegación por Internet, en cuyas mesas hay una cesta de frutas, vino del Empordà y café o té, sin cargo adicional, a cualquier hora del día. Canaleta, padre, ha evitado aquí todo exceso ornamental, aunque no haya faltado el recurso infalible de las sillas Eames, las lámparas Arco y otros elementos habituales del interiorismo revisteril. Pero muy tamizado por el orden funcional y la fluidez arquitectónica de los espacios, culminantes en el deleite visual del jardín trasero, un paisaje arbolado de bambúes en vaivén y esculturas. Media docena de gansos guardan por ese lado la casa. Cada estancia irradia una luz propia, una atmósfera personal determinada por sus techos abovedados o sus paredes rugosas. Y mucho minimalismo (limpio) en su mobiliario. Y también reliquias inesperadas de otros tiempos, como esas lámparas de madera ensortijada con caperuza de tela. Dalí, la más pictórica, guarda una bonita chimenea y vistas al pueblo. Verda, en tono almagre, huele a madera fina. Pedres sale a una zona privada del jardín en la que solazarse sobre unas tumbonas de teca. Qué mejor preludio en esta primavera para un desayuno campestre con música de golondrinas: coca artesana, ensaimada, pan con aceite ampurdanés, mermelada hecha en casa, quesos franceses, mel i mató (requesón típico de Cataluña), así como un buen surtido de longanizas y butifarra catalana servidos en mesa por Pau Canaleta. Con semejantes credenciales, cuánto se echa de menos por la noche un buen restaurante.
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  • HOTEL CANALETA HERAS, un reducto de hospitalidad ampurdanesa
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  • Desayuno a la catalana
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