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  • El i10 es un coche ciudadano de planteamiento funcional homologado para cinco plazas. Tiene una carrocería alta, casi monovolumen, que facilita el acceso, ofrece un puesto de conducción con asientos grandes y lleva el equipo de música integrado en la consola central y la palanca de cambios en alto, cerca del volante. Pero presenta también algunas carencias, como el volante regulable sólo en altura y algunos plásticos de aspecto pobre y austero. Motor de gasolina económico Aunque el i10 recibirá antes del verano un pequeño motor 1.1 turbodiésel de 75 CV, la versión básica 1.1 de gasolina es interesante y competitiva, teniendo en cuenta el precio actual del gasóleo. Rinde 66 CV y monta un cambio manual de cinco marchas con las tres primeras algo cortas para tener más brío en ciudad y las otras dos más largas para llanear con desahogo en carretera. Así, en ciudad es agradable de conducir, porque no vibra y hace tan poco ruido que en los semáforos parece casi un coche eléctrico. No tiene mucho nervio al acelerar, pero responde de forma constante desde 1.500 vueltas, se estira con soltura hasta las 5.000 y puede llegar a 6.000, aunque aumenta mucho el ruido. El i10 llanea bien en carretera y puede mantener ritmos de crucero correctos en los viajes, pero tanto en las subidas como con carga exige reducir a cuarta y a veces a tercera, porque en esta marcha alcanza 100 km/h. de marcador. En estas situaciones es cuando se añora el motor diésel, que tiene más fuerza para subir, porque el 1.1 de gasolina es más perezoso y lento en las recuperaciones y adelanta con menos nervio. Por lo demás, ofrece también unos consumos muy bajos: apenas llega a cinco litros en conducción suave y sólo pasa de seis en ciudad y apurando más las marchas, unas cifras muy cercanas a las del turbodiésel. Tacto aplomado A pesar de mantener la agilidad y manejabilidad de los coches urbanos, el i10 ofrece un comportamiento mucho más aplomado que su antecesor el Atos. La clave está en el chasis -es más rígido-, en la posición de las ruedas pegadas a las esquinas -aumenta la distancia entre ejes- y en las nuevas suspensiones con amortiguadores de gas. La diferencia se aprecia enseguida, porque tiene unos mandos de tacto más preciso y reacciones más consistentes, y transmite una sensación de solidez muy superior que se aprecia sobre todo en pisos bacheados. El i10 no muestra las reacciones nerviosas de otros coches urbanos, entra bien en las curvas y no balancea en exceso. Y se conduce con dos dedos mostrando un aplomo y rigidez muy correctos en trazados rápidos y autopista, lo que da seguridad al conductor. Los frenos con ABS y discos en las cuatro ruedas paran muy bien manteniendo el equilibrio, incluso en pisos resbaladizos. Pero no puede llevar el control de estabilidad ESP, que sólo se ofrecerá como opción en el i10 diésel.
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