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Es un vino de la tierra de Castilla y León, sin consejo ni regulación salvo los propios, vecino ansioso de la prestigiosa denominación de origen Ribera de Duero, a las puertas de una integración que no llega y que ya no necesitan. Más de 12 millones de euros invertidos en una bodega con viñedo propio, un soberbio parque de barricas, y el diseño de los vinos tan riguroso que elabora por separado las 54 parcelas. Tiene atributos que no siempre abundan en la Ribera: elegancia y potencia, virtudes de los grandes. Un vino con gran personalidad, en el que destaca la comedida y elegante frutosidad de la tempranillo (mora, arándanos) que se enriquece con recuerdos de fruta carnosa seca (orejón), la aportación equilibrada de un cabernet sauvignon maduro (cuero, grosella negra), junto a las especias de su fina madera (canela, tabaco, tostados) y un toque goloso y floral del merlot (mermelada de ciruelas). En boca ejerce su poderío con una amplitud sápida fuera de lo común: llena con sus poderosos taninos, impregna el paladar de ecos de crianza en roble francés y americano, evoca regustos de regaliz, y termina con brillantez balsámica (eucalipto, menta) para llenar la boca de una atractiva y ácida golosina.
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