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  • Como viene siendo habitual en la antesala del verano, el hotel Urban madrileño ha vuelto a inaugurar su elegante y concurrida terraza en el ático, desde la que se disfruta de vistas singulares del centro de la ciudad. En un lateral, junto a la piscina, se halla un cubo acristalado (El Cielo del Urban), que en su interior alberga una barra diminuta y ocho mesas para parejas, donde tan sólo se sirven cenas entre las nueve y las once de la noche. Espacio exclusivo, concebido para ágapes especiales, con dos únicos menús de precios muy elevados y una puesta en escena espectacular. Un habitáculo transparente bajo la luz de la luna, de ambiente entre barroco y vanguardista, muy en el estilo de Philippe Stark, matizado por la media penumbra que generan velas de grandes candelabros, cuyo interiorismo ha corrido a cargo de Montse Casellas, propietaria de la cadena Derby Hotels junto a su marido, el egiptólogo Jordi Clos. Y para cenar, un desfile de platos fríos que pretenden exaltar el sentido del lujo en su dimensión más provocadora. Productos de alto coste en estado casi bruto, sin apenas toques de cocina, que con desigual fortuna, posiblemente debido a los escasos días de rodaje, llegan a las mesas al ritmo preciso de la mano de un servicio bien organizado. Primero, lonchas mal cortadas de un jamón ibérico que, aunque se presume de bellota, no cumple con las expectativas. Luego, un caviar iraní sólo aceptable, de hueva pequeña y fondo amargo, que se ofrece con blinis de trigo sarraceno y no merece demasiadas alabanzas. Después -esta vez sí-, unas impresionantes ostras Napoleón 00, criadas en bateas gallegas, de textura suave y gusto intensamente yodado. En suma, proteínas en progresión acumulativa a las que siguen platos semejantes a partir del equinoccio del menú. Nada cabe objetar al carpaccio de gambas rojas con extracto de sus cabezas, propuesta agradable, y, en cambio, suscita reproches un tataki de atún desangelado que carece del sabor esperable y cuya receta dista mucho de la nipona original. El menú concluye con un sabroso tartar de buey de raza wagyu (25%) y gallego (75%), mezcla que atenúa la grasa de la raza oriental.
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  • EL CIELO DEL URBAN, un ático de Madrid con precios elevados y una puesta en escena espectacular
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  • Atmósfera de vanguardia a la luz de la luna
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