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  • Asomado a la playa del Voramar desde un promontorio situado al norte de Benicàssim, el doctor Joaquim Farnós tuvo la visión de instalar aquí el primer centro de talasoterapia que hubo en España. Corría el año 1970, y pocos sospechaban que esta actividad balnearia deviniera en uno de los principales reclamos turísticos con que hoy cuenta la costa peninsular. Sus hijos Pablo, Ximo y Teresa han tomado ahora el relevo con una reforma de las instalaciones hoteleras tan pulcra como relamida y alejada de los preceptos sensoriales que marcan la tendencia wellness en todo el mundo. Cierto es que el edificio principal se descuelga sobre una ladera de pinos en diversas terrazas espléndidamente ajardinadas, moteadas de pérgolas y parterres floridos, con una piscina de horizonte infinito en su eje central. Pero el abigarramiento inmobiliario de las últimas décadas ha restado carácter idílico a esta localidad mediterránea, que ahora se debate entre el festival internacional de música independiente y el fomento de la talasoterapia con la construcción de un balneario municipal. Los interiores regalan algunos rincones con mucho sabor de época, de la primera época balnearia, en una sucesión casi ritual de salones, descansillos, escalinatas, verandas, cenadores, miradores privados y un comedor luminoso estrellado sobre el pinar del fondo. Sólo que este atrabiliario paisaje familiar aparece grueso de ornamentos, indisimulado de falsos muebles clásicos, circunstancial en los frescos decorativos de las paredes. Tanto que su presencia en la vida cotidiana del huésped puede inquietar más que relajar. Camas mullidas Todas las habitaciones ofrecen un espacio muy sobrado para el postratamiento, unas camas mullidas y algunos detalles personales. Las superiores, lógicamente, con una mejor panorámica marina. Abajo se encuentra la zona termal, donde se espera disfrutar de un completo circuito biomarino, unos rigurosos masajes tailandeses y unas excelentes envolturas de lodos o chocolates a cargo del cuerpo técnico del doctor Portolés. Lástima que las cabinas sean estrechas, anodinas y desprovistas de alma zen. Desde la piscina climatizada, además, no se ve el mar. Conscientes de su obsolescencia, los Farnós, padres e hijos, proyectan ya otro edificio obediente a este nuevo recetario terapéutico en primera línea de mar. Lo merece Benicàssim, la talasoterapia mediterránea y, sobre todo, esa clientela de toda la vida que siente el lugar como su casa y a los propietarios como miembros de su propia familia.
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  • TERMAS MARINAS EL PALASIET, un hotel familiar con una larga tradición en la talasoterapia
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  • Envolturas de chocolate en Benicàssim
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