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  • Barcelona ha hecho del diseño un reclamo, una marca. Cada día nacen o se renuevan tiendas, restaurantes o bares con el diseño de vanguardia como protagonista. Sin embargo, hay lugares que resisten. Ellos tienen otra marca. Su buen hacer, su historia, años y años de profesión. Ésta es una ruta por algunos de estos rincones que permanecen inalterados en la Barcelona del siglo XXI. Croquetas y vino a granel Olvídese de la deconstrucción de la tortilla de patata y de los cocineros que pululan por los fogones de la ciudad asegurando ser alumnos de Ferran Adrià. Aquí no le explican a uno lo que va a comer. En Casa Agustí (Bergara, 5; 933 01 44 34), por ejemplo, no hay misterios ni tecnología, pero sí buena cocina. Abierto por Agustí Ros en 1936 y hoy en manos de su hija Ana y su nieto Pepe, mantiene una clientela fija gracias a su excelente cocina de siempre (hay desde croquetas de jamón hasta pochas con almejas), su buena materia prima y su simpatía. Una apuesta segura. Como lo es el Envalira (plaza del Sol, 13; 932 18 58 13), en pleno barrio de Gracia, un pequeño local con mesas corridas donde sirven unos de los mejores arroces de la ciudad. En el mismo barrio se sitúan muchas bodegas donde se sigue vendiendo el vino a granel, entre las que destaca Bodega Manolo (Torrent de les Flors, 101; 932 84 43 77), con su digna cocina de mercado. Y para los que gusten de la buena caza, en El Tosal (Tordera, 12; 934 57 63 82) sirven de siempre un civet de jabalí único. La última, en el Pastis La ruta de copas puede comenzar en el Boadas (Tallers, 1), una coctelería junto a las Ramblas que ha enseñado a beber a media Barcelona desde que abrió sus puertas en 1933. Si va por primera vez, entre sin ideas preconcebidas y déjese aconsejar sobre los cócteles y disfrute del ambiente, casi siempre muy animado. Otro local que permanece imperturbable es el modernista Casa Almirall (Joaquín Costa, 33). Abierto en 1860, conserva, a pesar de alguna remodelación, todo su encanto con un fantástico mostrador de mármol, sus lámparas de la época con motivos florales y su luz tenue. La próxima parada es el London (Nou de la Rambla, 34), establecimiento con decoración modernista que sobrevive pese a quedarse sin música en directo. Otro local mítico de la noche barcelonesa es el Pastis (Santa Mónica, 4), un lugar ideal para acabar la fiesta disfrutando tranquilamente de la voz de Edith Piaf. Alpargatas de toda la vida Hay tiendas que saben muy bien lo que venden. Llevan generaciones haciéndolo y han logrado sobrevivir a los avatares de la economía y las modas. Son, en su mayoría, negocios familiares con una clientela fija que también va pasando de generación en generación. Es el caso de La Selecta (Rambla de Cataluña, 109), una mercería que abrió en 1942 y que apenas ha cambiado (dicen que los fluorescentes son nuevos) desde entonces. Aquí hay un trato exquisito con el cliente y una paciencia infinita ante la duda del comprador que no se decide entre una pasamanería de color burdeos o verde topacio: en La Selecta se encuentra todo lo que hay en una mercería e incluso artículos que uno pensaría que ya nadie usa. En El Palacio del Juguete (Arcs, 8) la especialidad son los juguetes de madera. Las mesas, los mostradores y la caja registradora -que, por cierto, tiene un agujero de metralla de la Guerra Civil- son una maravilla, al igual que algunas piezas antiguas que hicieron las delicias de los que ahora tienen 70 años. Y en La Manual Alpargatera (Avinyó, 7) llevan desde los años cuarenta vendiendo la popular y sencilla alpargata de toda la vida. Otro imprescindible es El Rey de la Magia (Princesa, 11), una tienda de 1881 que vende artículos de magia y tiene un museo propio. Para terminar, Servicio Estación (Aragón, 270), que, aunque se ha remodelado últimamente, continúa levantando pasiones entre los amantes de las ferreterías y el bricolaje, a pesar de sus precios un tanto elevados. La ventaja es que siempre encuentras lo que buscas. Un paseo en tranvía El Museo de Ciencias Naturales (933 19 68 95), en el parque de la Ciudadela, es uno de esos rincones que permanecen en la memoria colectiva de la ciudad. Lo cierto es que son dos museos, el de Zoología y el de Geología, unidos en 2000. El de Zoología, situado en el edificio construido por Lluís Domènech i Montaner como restaurante para la exposición universal de 1888, es una delicia con sus techos altos y sus preciosas vitrinas de madera que albergan una rica colección de animales disecados. Otro de los lugares que mantienen todo el aroma de antaño es el parque del Laberinto de Horta, en el distrito de Horta-Guinardó. Este jardín, el más antiguo de Barcelona, consta de un espacio neoclásico del siglo XVIII en el que destaca un laberinto formado por cipreses recortados cuyo centro neurálgico es una estatua de Eros, y una parte romántica del XIX con parterres en la que no falta la consabida cascada. Para completar el paseo, nada mejor que tomar el Tranvía Azul, construido en 1901 para salvar los 93 metros de desnivel que existen desde la plaza de John F. Kennedy hasta arriba del Tibidabo, al pie del funicular. Un itinerario que muestra parte del legado arquitectónico de la burguesía catalana, que levantó sus grandes casas al pie de la montaña.
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  • Cocinas familiares, barras modernistas y hasta una antigua alpargatería. Locales con solera en la capital catalana
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  • Barcelona, sin sucumbir al diseño
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