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  • Es una grata sorpresa descubrir en la avenida principal de Valladolid un hotel tan a la última, sabido el escaso entusiasmo de la cadena Vincci por la innovación. Su audacia constructiva se debe al grupo inmobiliario local Diursa, que ha depositado su confianza para la gestión del inmueble en la familia Calero, antiguos fundadores de la marca Tryp. El nombre del establecimiento encuentra su origen en un palacio del siglo XVI adquirido por Diursa frente a la colegiata de Toro para albergar la sala de catas y oficinas centrales de la bodega Palacio de los Frontaura y Victoria, cuyo proyecto de rehabilitación ha sido encomendado a la arquitecta italiana Benedetta Tagliabue, mientras que la nueva sala de barricas de la bodega, situada en Villabuena del Puente (Zamora), será obra del catalán Carlos Ferrater con un diseño de cubierta y lucernarios dorados que reinterpreta la ondulación del paisaje castellano. Ambos iniciarán sus trabajos en los próximos meses, y cuando finalicen está previsto que se ofrezca a los huéspedes del hotel Frontaura un programa de visitas a estas significativas instalaciones de enoturismo. Paisaje luminotécnico Siete plantas de retículas acristaladas enmarcan la fachada de este edificio, algo solitario en la prolongación del paseo de Zorrilla. Ni su imagen hasta cierto punto convencional ni el higiénico porche de entrada advierten del paisaje luminotécnico y decorativo recreado en los interiores, con mayor acento en los espacios comunes que en los dormitorios. El ambiente es particularmente sedante al atardecer, cuando el bar se pone íntimo, abrigado por grandes lámparas cenitales, y el vestíbulo recibe a los nuevos huéspedes a media luz, entre rigurosas panelaciones de madera y detalles de hotel de lujo. Al contrario, moderno y jovial, el comedor adquiere mayor colorido durante la administración de los desayunos, muy generosos, cuando restalla sobre las mesas el verde feraz de las fotografías tomadas por Rafael Vargas del viñedo de referencia. El hotel completa sus instalaciones urbanas con una piscina exterior, en sombra a primera hora de la mañana, y un pequeño spa, el Nammu Corner, que entrará en funcionamiento próximamente. En ninguna de las 94 habitaciones cabe esperar más bondades ni servicios que el acendrado estilo de la cadena: un minimalismo eficiente antes que espiritual, una distribución de espacios sin emoción, grupos halógenos para disimular las estrecheces de la alcoba, un mobiliario en exceso apelotonado, aunque de corte moderno, con una mesa de trabajo amplia y un cómodo butacón de tela, un armario abierto al pasillo, un surtido cosmético de baja gama en el cuarto de baño y algo que confunde: una lámina retroiluminada en el lugar en el que hubiera podido encastrarse, antes que ese retablo, un buen monitor de televisión. La clientela de negocios fiel a la marca Vincci agradecerá un hotel como éste en Valladolid, claro que sí.
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  • VINCCI FRONTAURA, un hotel de negocios en el paseo de Zorrilla
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  • A media luz en Valladolid
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