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Las páginas de Las encantadas huelen a lona embreada, a intemperie marina. En diez fragmentos descriptivos, el autor de Moby Dick nos traslada a los extraños paisajes volcánicos de las islas Galápagos, un paraíso bullente de vida para Darwin, aunque para Melville un archipiélago sombrío donde "el principal sonido de la vida es el siseo", condenado a vivir sin cambios, "ni el de las estaciones ni el de las tristezas". Un lugar sólo apto para supervivientes: tortugas gigantes, bucaneros, fugitivos y náufragos.
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