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  • La frontera entre el turismo rural y el resto de los turismos tiene más de psicológica que de económica o geográfica. Así, mientras un alojamiento de tres habitaciones y mucho lujo en Barcelona, París o Milán recibe la consideración oficial de hotel, el mismo negocio en una pequeña localidad de mil habitantes figura clasificado como casa rural. Indiferente a estas confusas tildes administrativas, el matrimonio Estellés-Company abandonó sus quehaceres cotidianos en Valencia y halló un refugio molicioso en Algimia de Alfara, municipio casi anónimo del Camp de Morvedre, a 15 cómodos kilómetros de las playas valencianas. Sirvió al proyecto una casa destartalada que había pertenecido al barbero del lugar. Quitaron las malas hierbas, repararon sus desconchones y habilitaron en su interior tres amplios dormitorios no exentos de pequeños lujos campestres y gusto clásico en su decoración, abiertos al naranjal trasero desde unas terrazas de cañizo, entoldado y buganvillas como siempre se vieron en la huerta valenciana, indemnes al calor del verano y benignas con el sol de invierno. El Secanet es, después de todo, el edén familiar de Salva, Gemma y su hijo Salveta. Nada lo distinguiría de cualquier otro paraíso eco-rural surgido en la explosión del interior peninsular durante las dos últimas décadas. Y, sin embargo, poca similitud hallará el huésped con otros puntales del tópico turístico. Mientras el padre cuida a diario del huerto, el jardín y toda una estirpe de ocas, patos, gallinas, pavos reales y otras volátiles exóticas, la madre se esmera con una cocina de producto y elaboración superlativa en la que no faltan aportaciones de la gastronomía molecular ni experimentos personales de relieve. Insólito, desde luego, en una casa aparentemente tan modesta. Los langostinos a la plancha con sésamo y aceite, la fideuá de verduras y las entrañables croquetas son de las que no se olvidan. Vistas a Les Mamelletes Arriba, cada habitación exhibe un nombre propio. Les Mamelletes -porque desde la cama se divisan dos pequeñas montañas denominadas Les Mamelletes de Quart- ofrece una terraza cubierta y un estimable dormitorio en altillo. Les Oronetes -por sus vistas al valle- tiene un dosel de gasas en el lecho matrimonial. Y La Palmera, con fino olor a maderas, terraza alegre y vistas al palmeral de Algimia. Gemma y Salva se entregan con discreción a la charla, a compartir ideas y proyectos con la clientela. Se entretienen horas en introducir a los más pequeños en los principios de la horticultura ecológica y la cría de aves para la cazuela. A los mayores les ofrecen un mimoso jardín de frutales, agua corriente por las acequias, hamacas estivales en sombra y, el altar de la casa, una alberca-piscina desde la que disfrutar a nado de un horizonte preñado de naranjos. En su cabeza ronda algún proyecto para convertir este vergel en un hito de la hotelería de los sentidos.
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  • EL SECANET, una huerta ecológica y tres habitaciones cerca de Valencia
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  • Más que rural
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