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  • Primer acto de la representación: los comensales entran en un edificio de piedra que emula un pazo del siglo XVIII con vagos aires de Relais & Chateau. A la entrada, el sumiller invita a descender en un ascensor. Las puertas se abren a una espectacular bodega climatizada y acristalada con más de 600 referencias, donde los clientes atrevidos comienzan a jugar con una carta de vinos digital. Entre media penumbra, el joven ofrece una sabrosa fuente de anchoas de Santoña en aceite de oliva con corruscos de pan, a la vez que descorcha un vino blanco gallego. Segundo acto: transcurrido un tiempo, los clientes son invitados a subir al comedor, sala de estilo clásico donde comienza la degustación. O se come a la carta o se toma el menú. El veterano patrón aconseja a su clientela con entusiasmo. Sabe realzar cada una de sus especialidades con argumentos que acompaña de descripciones sensoriales. "Elaboramos una cocina creativa de cuño propio con un gran respeto por el producto", afirma. Platos clásicos de aire burgués, en algunos casos demasiado pretenciosos, salpicados de toques innovadores con más voluntad que resultados. Algo así como recetas gallegas reinventadas. De entrada, una anacrónica vieira sobre tostada de pan con unos espárragos verdes demasiado flácidos por exceso de cocción. Después, unas buenas almejas de tamaño medio abiertas al horno y algo pasadas de punto con toques de vinagre balsámico de vino Pedro Ximénez y puré de manzana. A continuación, unos excelentes chipirones de la ría sobre reducción de albariño de los que se podrían obtener mejores resultados. Y como colofón de los entrantes, setas shitake con queso de cabra a la plancha, jugo de uva monastrell y sirope de arce, un plato descabalado. La obsesión de la casa por pertrecharse de buenas materias primas se hace más patente en los segundos. Magnífico el taco de merluza al horno, con un punto de cocción impecable al que no beneficia demasiado la salsa de pimientos de Padrón. Bastante resultones, aunque sobrados de aceite, los huevos escalfados sobre patata y tocino ibérico, y más que aceptable el lomo de vaca rubia gallega, simplemente dorado. Tampoco los dulces escapan al binomio artificiosidad-sencillez. Es delicado el molde de tres quesos (Arzúa, Roquefort y Burgos), y poco llamativos los cilindros de láminas de piña rellenas de chantilly y avellanas al oporto. Tercer acto: los clientes pasan a un salón muy confortable. En sus estanterías, más de 600 destilados y licores, y una cava con 130 marcas de habanos. Al fondo, un rincón donde se cuida como en ningún otro lugar de España la ceremonia del café. Variedades recién tostadas de distintas procedencias que se muelen al momento y se hacen en infusión o en máquina exprés. Algo sensacional. Mientras tanto, los clientes beben copas y abultan sus facturas con consumiciones hasta el final de su estancia. Duración: entre 4 y 6 horas. Dirección escenográfica: Jesús García, propietario; cocina, su esposa, Pastora García; bodega: Manuel García, hijo de Jesús; dirección de sala, Nochi, hermana de Manuel.
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  • Una experiencia culinaria única en el coruñés RETIRO DA COSTIÑA
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  • En tres actos
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