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  • Cuesta dar con aquello. Para que no cunda el desánimo, el paisaje se hace cómplice y prodiga una paleta de matices y una suavidad de formas que reconfortan. Entre encinas y alcornoques, jaras y berrocales, se esconde Alcuéscar, sobre el valle del Trampal, en la raya entre las dos provincias extremeñas. Hay que dejar de lado el pueblo para encontrar, unos kilómetros más allá, en pleno descampado, la basílica de Santa Lucía del Trampal. No debió de estar tan solitaria cuando la armaron. Seguramente lo que ahora se ve formaba parte de un complejo monástico mucho mayor, uno de aquellos cenáculos de Dios tan frecuentes en época visigoda. Porque la basílica data del segundo tercio del siglo VII, y es la construcción hispanovisigoda más al sur de la Península. Uno piensa enseguida en Santa María de Melque, en Toledo, con la que comparte muchos más atributos que la plácida soledad. Una soledad que salvó a ambas, seguramente. Hace escasos años, las piedras de Santa Lucía podían pasar tan inadvertidas como una liebre entre las jaras. Ahora, no. El Centro de Interpretación recién inaugurado, con sus aristas vanguardistas, alerta de la importancia de aquellas ruinas. El centro explica lo que viene al caso sobre esa civilización oscura, la hispanovisigoda, surgida del contacto entre los invasores visigodos, que profesaban el arrianismo (una doctrina condenada como herética por la ortodoxia cristiana) y la cultura romanizada de los lugareños. Mérida, que queda cerca, fue uno de los focos visigodos más brillantes de la Península y pronto tendrá un museo hispanovisigodo nuevo, que pueda codearse con el museo romano. La basílica de Santa Lucía resulta extraña, en su planta, porque faltan piezas. Pero lo que se conserva está en magnífico estado. Más, después de la restauración; de lejos, parece uno de esos juegos didácticos infantiles a base de cubos y prismas de colores. En todo caso, la sensación es de una gran armonía e intimidad. Los sillares grisáceos y las ventanas con arcos que apenas esbozan una herradura recuerdan de nuevo a las robustas superficies de Melque. Santa Lucía del Trampal merece por sí sola planear una excursión. Por si a alguno le sabe a poco, tiene allí al lado el balneario de Trampal, y a un par de leguas, el castillo roquero y los mesones de Montánchez, con buen vino y mejor jamón.
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  • 20081004
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  • La basílica de Santa Lucía del Trampal, un destello a las afueras de Alcuéscar
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  • La soledad del templo visigodo
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