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No lo diré muy alto, pero Babia existe. Desde la lejana época de los reyes godos, Babia ha sido sinónimo de alejamiento, reposo y paz. A Babia se retiraban los reyes de León a solazarse, a comer, a beber y a descansar. De eso viene la expresión "estar en Babia"...
Así reza el cartel del pintor Manolo Sierra que da la bienvenida al viajero al entrar en este mágico valle, entrando por Villafeliz. Para muchos, Babia es ahora sinónimo de paraíso veraniego. Mientras en invierno la temperatura desciende hasta los 20 grados bajo cero, en los días de verano el calor seca rápidamente la hierba que dará de comer a las vacas en invierno. A éstas se las encontrará el viajero caminando al atardecer con paso lento y melancólico de regreso a las cuadras, donde las esperan para ser ordeñadas.
Babia es un lugar encantado en el que el paisaje tiene vida propia. Son paisajes que encierran tiempos antiguos de una belleza difícilmente comparable, sea cual sea la estación elegida para viajar. Nada hay igual al verdor de sus praderas, el color plateado de sus abundantes rocas graníticas y el azul brillante de un cielo que en junio y julio parece que nunca se opaca.
Casi despoblado en invierno, este hermoso valle recibe numerosos viajeros en verano que buscan, además, las delicias gastronómicas de sus embutidos: el chorizo o la cecina, las chuletitas o la caldereta de cordero del hostal García, en Villasecino... Es igual, todo sabe a gloria en este rincón de León que muchos comparamos con el paraíso.
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