PropertyValue
opmo:account
opmo:content
  • Imagine un atardecer furioso de tonos almagres, violetas y magentas. El sol acaba de esconderse y una claridad negroazulada empieza a adueñarse de la escena. Estamos a 1.495 metros de altitud, en la cumbre del Jabalcón, al lado de Zújar (Granada), una montaña caliza que se eleva aislada en medio de una llanura de olivos y almendros. Hacia el sur se vislumbran las arcillas cuarteadas de los desiertos de Guadix y Baza. Abajo, la superficie acuosa del embalse del Negratín brilla como un papel de plata rodeada por campos sumidos en la penumbra. Entonces empiezas a correr como un poseso por la ladera cimera de la montaña. Un plano inclinado y pedregoso que no lleva a ninguna parte, más que al abismo que empieza ya a intuirse pocos metros delante de ti. Y de repente, cuando crees que te vas a despeñar, el suelo se despega de tus pies, se va hacia abajo; o más bien, tus pies se van hacia arriba. Sigues moviéndolos en un acto reflejo, como si aún corrieras, pero pataleas en el aire. Una voz te dice entonces: "OK, ya te puedes sentar". Es la del piloto que maneja el parapente tándem en el que acabas de iniciar tu primer vuelo. Te acomodas en la silla arnés y tratas de rebajar las 1.200 pulsaciones que desbocan tu corazón. Te relajas. Andalucía, negro y almagre, claros y oscuros de un atardecer mágico, se despliega ahora bajo tus pies, inmensa, inabarcable. A vista de pájaro. Para muchos, el parapente es la forma más cercana al vuelo de un pájaro inventada por el ser humano. Aquí no hay motores, ni carlingas, ni alas, ni ruido alguno, más allá que el que provoca el viento al dejarse rasgar por la campana de nailon. El hombre frente a los elementos, sin aditivos ni colorantes. Un deporte que en España reúne a unos 3.000 adeptos (pocos, si lo comparamos con las 20.000 licencias federativas de Francia, o las más de 15.000 de Alemania) y que ha encontrado en Andalucía un terreno perfecto para su práctica. Tanto, que los campos de vuelo de la comunidad andaluza ya figuran en las guías y hojas de ruta de los chalados del viento de medio mundo, que no dudan en viajar al quinto pino con tal de encontrar el salto perfecto. "Andalucía reúne unas características únicas para este deporte", cuenta Marc Petiot, uno de los promotores de Fly Andalucía. "Tenemos muchos días de buen tiempo y sol, llueve poco, hay muchas montañas altas y aisladas, un régimen de vientos más estable por ejemplo que en grandes cordilleras montañosas como los Pirineos o los Alpes, además de paisajes exóticos, buena infraestructura turística y facilidad de horarios para comer cuando termines de volar, sea la hora que sea". Fly Andalucía es una cooperativa formada por cuatro amantes del parapente (los cuatro extranjeros, curioso) residentes en la comunidad andaluza, que trata de fomentar este tipo de deporte y la marca Andalucía entre los parapentistas europeos. Tiempo de espera Hay muchos sitios donde volar en Andalucía, pero los mejores se localizan en el sureste de la comunidad, en las provincias de Granada, Almería, Málaga, sur de Córdoba y Cádiz. Un triángulo mágico delimitado al oeste por el valle del Guadalquivir, al norte por el Altiplano granadino y al este por el mar, que cuenta con grandes montañas (Sierra Nevada, Cazorla, Grazalema, sierras de Baza, Alpujarras...) donde ya los ayuntamientos y corporaciones locales se han dado cuenta del potencial económico que supone esta actividad, y han empezado a preparar campos de salto y aterrizaje para facilitar la llegada de nuevos turistas piloto. Porque no todo es llegar, desplegar tu vela y lanzarte al aire. Este deporte requiere de unas condiciones muy concretas para poder volar. Para empezar, las zonas de salto, ubicadas en lo alto de las montañas, han de tener un acceso para vehículos, estar despejadas de obstáculos y contar con un régimen de vientos previsible y estable. Para hinchar la vela y lanzarse por fin pendiente abajo hay que contar, además, con la velocidad del viento dominante en ese momento. Si es muy baja, no puedes volar; pero si supera los 20 o 25 kilómetros por hora, tampoco. Por eso, éste es también el deporte de la paciencia y la contemplación. Horas y horas sentados en lo alto de un pico, mirando el horizonte, mirando el anemómetro, esperando unas buenas condiciones de viento (que suelen darse sólo al amanecer y al atardecer). Como ocurre esta tarde aquí, en el campo de vuelo de Cenes de la Vega, el más alto de Sierra Nevada, en el que casi un centenar de deportistas aguantamos sin una sombra y bajo un sol de justicia a que amaine el fuerte viento de poniente. Curiosamente, está prohibido volar en los parques nacionales españoles, y los parapentistas granadinos y de medio mundo que vienen hasta este espacio privilegiado se tienen que conformar con despegar desde esta zona a 1.300 metros de altitud, fuera de los lindes del parque. Por fin, cuando ya algunos han empezado el regreso a pie hacia el aparcamiento, el viento cae de forma súbita y, como activadas por un resorte, docenas de velas de nailon empiezan a desplegarse por el pedregal. No hay un minuto que perder, el sol se está poniendo. Los parapentistas van despegando uno detrás de otro, como pingüinos lanzados al agua desde un iceberg. Y en un suspiro, el cielo de Sierra Nevada se colorea con un enjambre de rayas multicolor. La espera ha sido larga, pero estos 10 minutos de vuelo al atardecer lo justifican todo.
sioc:created_at
  • 20081011
is opmo:effect of
sioc:has_creator
opmopviajero:language
  • es
geo:location
opmopviajero:longit
  • 1101
opmopviajero:longitMeasure
  • word
opmopviajero:page
  • 10
opmo:pname
  • http://elviajero.elpais.com/articulo/20081011elpviavje_9/Tes (xsd:anyURI)
opmopviajero:refersTo
opmopviajero:subtitle
  • Brisas y corrientes térmicas son el motor de un primer vuelo en parapente tándem, desde la cumbre granadina del Jabalcón, con diez minutos alucinantes contemplando campos y serranías
sioc:title
  • El viento en las orejas
rdf:type

Metadata

Anon_0  
expand all