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  • Hubo un tiempo en que nadie quería cruzar las fronteras colombianas porque sonaban a selva, a narcoguerrilla y a secuestros. Durante los años ochenta, la violencia no dejaba salir de casa ni siquiera a la población local, guarecida durante el toque de queda. En los noventa repicaba la misma idea en el imaginario colectivo. Pero acabó el milenio y la melodía se volvió segura, estable, próspera. Ahora, el Ministerio de Turismo emplea este lema: "Colombia, el riesgo es que te quieras quedar". Las cifras acompañan este eslogan. Colombia acogió 639.000 turistas en 1997, según datos facilitados por la Organización Mundial del Turismo (OMT); los visitantes extranjeros se duplicaron en 2007, cuando cruzaron las fronteras del país 1, 2 millones de personas. El éxito anda ligado a la llegada al poder del actual presidente, Álvaro Uribe, en 2002. El turismo ha sido una apuesta gubernamental para la estabilidad, la paz y el desarrollo económico, en un país que ha pasado 40 años en un contexto que algunos analistas han asimilado a una guerra civil. Ahora, Colombia no suena a guerrilla, sino a la liberación de Ingrid Betancourt, secuestrada en la selva por las FARC durante seis años. Suena a las playas del archipiélago de San Andrés y Providencia, bañados por el mar Caribe; a las selvas de la región paisa de Antioquia, donde Medellín es sinónimo de Juanes, mientras se va olvidando al narco. Y en la capital, nada más llegar, se pregunta a los visitantes: "¿Y tú qué sabes de Bogotá?". Por si acaso, para que se queden. Un país ya puede tenerlo todo -patrimonio cultural y natural a raudales, buenos precios- pero como no ofrezca seguridad, los potenciales turistas volarán a otros destinos. ¿Quién iba a querer viajar a Vietnam entre 1958 y 1975 durante la guerra contra Estados Unidos, cuyas secuelas se extendieron durante dos décadas a los vecinos Laos y Camboya? Hoy viajan al país asiático 4,1 millones de personas. ¿Y a Camboya? En 1997 lo hicieron unos 200.000; el año pasado, más de dos millones. "Pero, sin duda, Colombia es el ejemplo de la última década", afirma Goeffrey Lipman, subsecretario general y portavoz de la Organización Mundial de Turismo, con sede en Madrid. "El país está desarrollando un inmenso programa de turismo en busca de la estabilidad y el desarrollo económico. En un clima de paz, se reactiva el transporte. Y en ese momento empiezan a llegar los turistas". Que se lo digan a los italianos. Dejaron de cruzar a la vecina Croacia en 1991, cuando la república balcánica declaró su independencia de la Federación Yugoslava. La guerra asoló durante cuatro años uno de los destinos más atracativos del Mediterráneo, de precios accesibles y chiringuitos de playa a lo largo de casi 2.000 kilómetros de costa, y sus centenares de islas. El conflicto balcánico causó miles de muertos y minó la economía y el turismo croatas. "Este año, por fin, hemos superado el número de visitantes que había antes de la guerra", comenta una portavoz de la Oficina de Turismo de Croacia en España. Croacia es uno de los destinos emergentes de Europa y cruzó, por primera vez en su historia, el umbral de los 11 millones de visitantes en 2007. Hace poco, una nota interna del Ministerio de Turismo croata apuntaba a que el "objetivo principal" del sector para este año habría de ser "mantener la posición y percepción de Croacia en el mercado global como un destino deseable, original y seguro". La última de las tres palabras no es casual: la seguridad es clave. Igual que la inversión. Si quieres tener turismo, has de invertir en infraestructuras: carreteras, puertos y aeropuertos; hoteles y oficinas turísticas. Y en la república balcánica se lo han tomado en serio. La actividad total de inversiones públicas y privadas ligadas al turismo alcanzó el año pasado los mil millones de euros, casi un 4% del PIB. Los ingresos del sector superaron los 6.000 millones de euros, por encima del 20% del PIB. Asfaltar la Ruta de la Seda Sin infraestructuras, un proyecto turístico se encuentra moribundo. Un buen ejemplo es la Ruta de la Seda. La OMT y la Unesco unieron sus esfuerzos en 1994 para impulsar de nuevo esta cremallera milenaria de 12.000 kilómetros que une Asia y Europa. Azerbaiyán, la Federación Rusa, Georgia, Kirguizistán, Kazajstán, Mongolia, Tayikistán, Irán, Turquía y Uzbekistán son algunos de los 24 países que se han adherido a la iniciativa. Con este empujón, se pensó, el sector turístico podría ser un motor del desarrollo y la estabilidad. "Pero enseguida se encontraron con problemas de acceso y movilidad, sin la infraestructura necesaria para el turismo y sin una planta hotelera atractiva para el viajero", explica Miguel Ángel Troitiño, catedrático de Geografía Humana de la Universidad Complutense de Madrid y director de un grupo de investigación sobre turismo y patrimonio. "Se trata de uno de los grandes itinerarios de escala mundial, es cierto, con un gran patrimonio cultural e histórico. Pero se toparon con problemas de movilidad e inseguridad. Y si esto ocurre, el proyecto entero se viene abajo", añade el catedrático para justificar que en 14 años se ha avanzado más bien poco. Pero en la ex república soviética de Kazajstán (2.732.00 kilómetros cuadrados, más de cinco veces España, 15 millones de habitantes y unos gigantescos recursos de petróleo y gas) el Gobierno es optimista y se ha tomado el turismo muy en serio, con resultados espectaculares: de 284.000 visitantes en 1997, se pasó a más de cinco millones el año pasado, según cifras en cifras de la OMT. En cualquier caso, hace dos años se creó el Ministerio de Turismo de Kazajstán -y esto ya es un buen comienzo y muestra la voluntad del Gobierno kazajo de convertir el sector turístico en eje prioritario de la economía, y cuyo punto fuerte, han anunciado, será la Ruta de la Seda. Y el país asiático, con sus enorme potencial económico, tiene previsto convertirse en financiador del proyecto y en el nexo entre Asia y Europa, con una carretera que cruce las grandes ciudades del país; un corredor de 2.800 kilómetros de China a Rusia, que se concluirá, previsiblemente, en 2012. Y otro logro, como ejemplo de esa disposición de promoción turística de Kazajstán: en 2009 su capital, Astaná, será la sede de la Asamblea General de la OMT, lo que reforzará la reputación y buen nombre del país asiático (la histórica ciudad colombiana de Cartagena de Indias lo fue en 2007). Ese congreso internacional le hará esmerarse en mejorar la escasa oferta hotelera, 273 establecimientos en total, de los que apenas 30 superan las tres estrellas. La guerra como reclamo Todos los destinos de países emergentes pretenden sobre todo que se hable de ellos. Y los conflictos bélicos pueden ser un punto a favor, explica el catedrático Miguel Ángel Troitiño: "La ventaja de un territorio que ha pasado por la guerra es que no ha quedado olvidado, sino que, al estar presente en las noticias, permanece en el imaginario colectivo de la población. Hay un interés por conocerlo". Bosnia-Herzegovina, con un pasado similar al de Croacia, es quizá el mejor ejemplo en este sentido. La capital, Sarajevo, es un reclamo para el viajero interesado en conocer de cerca los estragos de una guerra, a su gente, el esfuerzo de la reconstrucción. Allí no es extraño que los puestos callejeros ofrezcan llaveros y bolígrafos hechos de casquillos de bala, recuerdo del sanguinario serbio Radovan Karadzic y los casi cuatro años que duró el asedio de Sarajevo. Los turistas curiosos se detienen aquí y allá a observar los agujeros provocados por las bombas de racimo. Y es posible aún visitar una parte del túnel por el que los sitiados salían al exterior y se abastecían de agua, comida, luz, petróleo y armas para defenderse. Situado a las afueras de la ciudad, cruzando el prado donde la misión de la OTAN ha establecido su base, si el turista tiene suerte puede cruzarse con algún ex combatiente que visita el túnel como si fuera un santuario, para no olvidar. Pero esto es sólo la anécdota. La realidad del país balcánico es que el turismo es el tercer sector económico más importante. Y en esto no sólo tiene que ver la guerra; también la religión. El camino de peregrinaje a Medjugorje, al sur de Bosnia, donde dicen que se apareció la Virgen, se ha convertido en "uno de los destinos más solicitados", según la Oficina de Turismo del país, a pesar de que el Vaticano no haya reconocido el camino. Bosnia recibió el año pasado casi 600.000 visitantes extranjeros. "Pero muchos opinan que las estadísticas exactas son diferentes", añade la portavoz de Turismo, "y que sólo el peregrinaje a Medjugorje atrae a más de un millón de personas al año". Los 'graffitis' de Belfast Religión, violencia y turismo se dan la mano en la histórica provincia británica de Irlanda del Norte (Ulster). Belfast, la capital, ha pasado del miedo a la esperanza, y su recién creado Departamento de Turismo aporta números solventes: los viajeros se han triplicado desde 1999 (los Acuerdos de Viernes Santo, que fueron la semilla de la paz en el Ulster, se firmaron en Belfast en 1998), y se ha pasado de los 467.000 visitantes de entonces a 1,55 millones en 2007. Gran parte del atractivo turístico de la provincia norirlandesa son las llamadas rutas políticas, un viaje al corazón de las comunidades protestante y católica, enfrentadas durante 40 años, en el que se pueden ver enormes murales pintados sobre los edificios, los lugares donde se cometieron los crímenes más atroces, y contar, por ejemplo, con un ex miembro del ex movimiento armado IRA como guía turístico. Los vuelos baratos que llegaron con la paz son otro aliciente. Easyjet vuela allí desde hace unos años. A Ryanair, una empresa de Irlanda, le costó más: llevó sus aviones al Belfast City Airport por primera vez el 31 de octubre de 2007. La compañía espera alcanzar el millón de viajeros en este primer año. "Es una ciudad nueva y emergente, un destino perfecto para una escapada", explica un portavoz de Ryanair: "Y es también una ciudad con muchísima historia, por la división religiosa". La presencia de viajeros se ha traducido, además, en dividendos: los turistas gastaron 396 millones de euros en 2007. Son los dividendos de la paz y la estabilidad. El maná de El Salvador Algo de esto saben muy bien en El Salvador (21.041 kilómetros cuadrados, un poco menor que Badajoz, y 5,7 millones de habitrantes), donde la guerra civil que se prolongó de 1980 a 1992 acabó con la vida de 75.000 personas. Desde entonces, las autoridades han visto en el turismo el maná. "Hoy constituye el sector productivo que más divisas genera", confirman desde el Ministerio de Turismo, que es, por cierto, el más joven dentro del aparato gubernamental en este país limítrofe con Guatemala y Honduras y bañado por el océano Pacífico. El actual presidente, Elías Antonio Saca, declaró el turismo una "política de Estado" y El Salvador no ha reparado en gastos para promocionarse. Su campaña de comunicación ha llegado hasta las principales ciudades de Estados Unidos (Miami, Los Ángeles, Nueva York y San Francisco) a través de publicidad en las cadenas ESPN, Fox y CNN. Desde el ministerio explican que su lema, "El Salvador, impresionante", surge a partir de lo que dicen los visitantes primerizos: "Nunca me imaginé El Salvador así, ¡es impresionante!". El país sigue el ejemplo de toda la región, con Costa Rica y Guatemala tirando del carro. En la zona hay más de un caso de éxito post conflicto del que tomar nota: ahí están Panamá o Nicaragua. En 2007, los países centroamericanos atrajeron más de siete millones de turistas, medio millón más que el año anterior. En 2008 han unido sus esfuerzos en su primer itinerario regional, La ruta colonial y de los volcanes, que cuenta con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional. Recorre el antiguo Camino Real que construyeron los españoles sobre las rutas indígenas cerca de las cordilleras de la costa pacífica. El viajero podrá esquiar sobre arena volcánica, bucear en las calderas de Coatepeque (Guatemala) y descansar en Suchitoto, un pueblo colonial al norte de El Salvador. En sus folletos se reconocen los estragos del conflicto, pero se saca partido de ello: "Alcanzada la paz, Suchitoto cambió su destino convirtiéndose en un recinto turístico". El Salvador es el destino de moda, con 1,7 millones de turistas el año pasado. El cambio ha sido total; la seguridad y la estabilidad son ahora la máxima. Tendrá oportunidad de mostrárselo al mundo durante la Cumbre Iberoamericana (del 29 al 31 de octubre). Ya han confirmado su presencia una veintena de jefes de Estado. Hay casi 1.000 periodistas acreditados. En el país, todos esperan que a su vuelta los visitantes comenten: "¿El Salvador? Impresionante".
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