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  • En el pueblecito de Stykkishólmur ya no existen los remolinos ni el apocalipsis marino descritos por Julio Verne en su Viaje al centro de la Tierra. Pero el efecto de la luz del sol, su difusión temblorosa, su brillo superior al de la luna, acusan un origen puramente eléctrico. Una aurora boreal, fenómeno cósmico de polvo y vapores movedizos, expresa la armonía de las esferas sobre un pequeño edificio en uno de los puntos más altos de este enclave del litoral occidental islandés. Su vieja danza se esparce por el cielo y hasta parece tranquilizar las aguas de la península de Snaefellsnes. El efecto es soberanamente melancólico. La vieja biblioteca de este pueblo de pescadores domina la Thinghúsahöfdi o colina del Parlamento mientras imparte orden a una naturaleza fuerte y al tiempo atormentada, refugio sobrenatural para el viajero cuando éste se halla temeroso de perderse en la impoética realidad. El espacio diáfano de la sala de lectura de la antigua biblioteca local se ha transformado en una instalación permanente de la mano de la artista norteamericana Roni Horn (Nueva York, 1955). La Library of Water está compuesta por 24 columnas de cristal transparente que contienen agua del deshielo de otros tantos glaciares islandeses. El visitante/lector pasea entre la armonía cambiante de la luz y el agua reflejándose y refractándose en las paredes, o se distrae mientras lee unas palabras en inglés e islandés relativas al tiempo rotuladas en el suelo. Al agua que fluye salvajemente por estas tierras de fuego se le priva aquí del movimiento. Ávidos de sagas Es la historia detenida de una cultura milenaria que emplea la lengua más antigua de Europa, y que sirvió para que su población, diez veces inferior a la actual (320.00 habitantes), escribiera tantas sagas que hasta el más ávido lector necesitaría cien años para leerlas. Así que, de la misma manera que Zenón negaba el movimiento de una flecha porque en cada instante estaba inmóvil en un punto concreto del espacio y de la sucesión de instantes inmóviles no podía resultar el movimiento, Roni Horn parece decirnos que la sucesión de instantes de millones de gotas de agua solidificadas no crea una sola historia, sino muchas, transfiguradas en leyendas que se proyectan hacia el futuro desde estas tierras del Gran Norte sumidas en una áspera y distintiva belleza invernal. El líquido de los glaciares convertido en arte. Una perspectiva excéntrica, dada la naturaleza pragmática de los islandeses, que utilizan el agua con una simplicidad casi religiosa. El agua es apartada de su indiscutible dato meteorológico para ser simplemente líquido incoloro, una gran gota del limo del tiempo detenida en un torrente de memoria que ya no nos arrastra, aunque sí refleja lo que somos. El más fugaz espejo que hace que nuestros rostros se desmigajen en las más ínfimas fracciones. La Biblioteca del Agua reverbera en la realidad concreta de unos parajes escasamente poblados, pero ricos en leyendas y épicas domésticas trasplantadas a las páginas de trolls petrificados (La Saga del pueblo Eyri o la de Laxdaela). La escultura site-specific de la artista neoyorquina abre una rendija hacia el horizonte desde una construcción parecida a un gran ojo cansado del letargo de las largas noches de invierno. El edificio, situado donde debería estar un castillo si Islandia hubiera sido feudal, vigila que todo lo que ocurre ahí abajo, en las profundidades del Atlántico Norte, desemboque en el continente inexplorado de un libro. En estas latitudes, Verne imaginó la estela de un aleph cuando situó la puerta al centro de la Tierra en la boca del volcán durmiente Snaefellsjökull, a pocos kilómetros de Stykkishólmur. El parte del tiempo Inaugurada en mayo de 2007, la Library es un proyecto de Artangel, centro radicado en Londres y dirigido por James Lingwood que ha producido trabajos de autores como Jeremy Deller, Janet Cardiff, Francis Alÿs y Rachel Whiteread. Esta plataforma artística ha diseñado -con Roni Horn y el Ayuntamiento de Stykkishólmur- una serie de programas de residencia y becas para escritores, con el apartamento situado en el sótano de la biblioteca, reservado, cada seis meses, para cada uno de ellos. Para reforzar el carácter específico de la pieza, la artista realizó grabaciones de los habitantes de la zona mientras leían partes meteorológicos (un verdadero pasatiempo nacional). Estas lecturas están a disposición de los usuarios de la biblioteca. En el libro titulado Weather Reports You (Ed. Artangel / Steidl) leemos el siguiente testimonio de un estudiante: "Para mí, el mejor tiempo es cuando puedo jugar al baloncesto; el peor, cuando no puedo jugar". Es el tributo de Roni Horn a la cultura islandesa. En la exposición My Oz, realizada el pasado verano en el Museo de Arte de Reikiavik, la artista neoyorquina situó su particular País Esmeralda en estas latitudes, a tan sólo 100 kilómetros del Polo Norte. Aquí el tiempo no muerde. Es una flecha disparada irreversiblemente sobre las rugosas piedras de lava de una isla donde los búhos sin cerebro son espantapájaros que alcanzan el conocimiento. Tan lejos de la imagen de una viñeta vikinga.
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  • Una instalación de Roni Horn celebra el deshielo islandés en Stykkishólmur
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  • Glaciares hechos arte
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