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  • En una época marcada por la experimentación con los sentidos, el nuevo parador de La Granja rapta al huésped por dos sensaciones muy gratas. La primera está relacionada con el sonido compacto de su arquitectura, que lo emparenta con la portezuela de un BMW, desarrollado por más de cuarenta ingenieros. Es la expresión de un edificio bien proyectado y restaurado más tarde con rigor. Se trata nada menos que de la Casa de Infantes, mandada construir por Carlos III en 1770 para sus hijos en las inmediaciones del Real Sitio de La Granja de San Ildefonso. Tres patios de arquerías poderosas ayudan a absorber los ruidos y ofrecen un contraste insospechado con el racionalismo de la fachada. La segunda percepción sensorial es el olor a aceites esenciales. El aroma proviene de uno de los patios del parador donde ha sido instalado un spa, comunicado por fuera con otro edificio anexo, el Canapé, que fue el cuartel de la Guardia de Corps en 1764 y hoy alberga un centro de congresos y convenciones de 8.000 metros cuadrados, tan vanguardista como apetecible para las empresas por su cercanía a Madrid. Gracias a ambos efectos sensoriales, la Red Nacional de Paradores ha conseguido aquí lo imposible: es decir, un ambiente relajado tanto para pasar las vacaciones como para ir a trabajar. Incluso los días de llenazo, el viajero tendrá la impresión de estar a solas. Organizados en cinco alturas, los interiores guardan una generosa luminosidad y un equilibrio estético entre lo clásico y lo actual, aunque ciertos detalles recuerdan insistentemente el ambiente militar de antaño: baúles de viaje, faroles de campaña, litografías de caballería... Antes que prodigarse en tecnologías al uso, las habitaciones recurren a las dobles ventanas, los suelos de terrazo y los radiadores tradicionales. Impera el rigor histórico y el confort. La gestión destaca por su personalidad. Eduardo Ollé se ha rodeado de un equipo humano que logra anticiparse a los gustos y deseos de los clientes desde su llegada. Hay bebidas y caramelos para los niños en la recepción, velas encendidas en la terraza exterior y en el patio del spa, amplia variedad de platos en el desayuno, así como diversos complementos de acogida en la habitación: almohadas de distintos grosores en los armarios, cosméticos sin regatear y hasta un carro de licores en cada una de las 25 suites. Ideas de gran hotel que observa desde su pedestal, en el patio del medio, una estatua del dios Apolo.
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  • 20081122
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  • PARADOR DE LA GRANJA, en Segovia, un atractivo centro de reunión
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  • Mimo y rigor en la Casa de Infantes
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