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En Betrén, pedanía anexa a Vielha -capital del valle de Arán-, entró en funcionamiento hace dos temporadas un casetón de piedra aplacada con umbral castizo que da a entender muy tímidamente su carácter de hotel. Balconada de madera, contraventanas batientes, cubierta de pizarra a dos aguas... Nada ajeno al pintoresquismo del valle, cada día más identificado con esa arquitectura de pesebre impuesta desde las instancias oficiales, que no se han atribulado a la hora de poner trabas al proyecto termal de Arties presentado por el arquitecto japonés Arata Isozaki.
Çò de Pierra tampoco es, en esencia, un... òtel (en transcripción aranesa). Su intrincado acceso a un nivel inferior de la calle, ciertamente coqueto, se hace incómodo para el transporte del equipaje. Apenas hay zonas comunes, salvo los pasillos, un rellano decorado con cierta afectación y un amplio salón de estar con la tele siempre encendida. Ahí mismo se ofrecen los desayunos, cuyo servicio aparece ya dispuesto desde la noche anterior. Ni rastro de atención personal durante la estancia.
La casa ha sido adaptada para alquiler utilitario de las habitaciones, sin aditamentos de hotel ni alharacas estéticas. Su carácter funcional sorprende en un establecimiento de montaña, pero no decepciona. Quien busca cariño de hogar, o lo que se entiende por tal, debe solicitar antes las buhardillas, decoradas con telas de encajes y bordados, sofás de mueblería vieja y remates diversos de chalet suizo o granja tirolesa. Después de una jornada de esquí apenas quedan fuerzas para algo más que un baño y un buen colchón donde descansar. El silencio del pueblo apenas es interrumpido a la caída de la tarde por la llegada de un rebaño de ovejas que estabula en un solar contiguo.
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