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A cualquier esquiador que se le pregunte, el pie de pistas será su mejor opción de alojamiento, salvo que ofrezca las ventajas de un parador como el de Vielha. Situado en un promontorio elevado sobre la ciudad, a 13 kilómetros de Baqueira, domina todo el valle de Arán desde su característica veranda de geometría cónica, heredera de aquella psicodelia arquitectónica que definió en cierto modo el auge del desarrollismo español. Una enorme chimenea rodeada por una espectacular cristalera, en dos alturas, aseguraba el disfrute de la montaña desde el abrigo de un parador nacional. Abrigo que aún hoy, tras la remodelación acometida en mayo de 2003 por Pascua Ortega, regala unas vistas insuperables del Pirineo catalán.
Es verdad que el edificio de habitaciones no deja de ser un mazacote estampado en la montaña, pero sus interiores se han vuelto más livianos gracias a la luminotecnia y a la predominancia de tonos claros en el mobiliario. El efectismo logrado por el interiorista madrileño añade sosiego y levedad a la gravidez de la piedra, aunque a veces el volumen de la música ambiental parezca excesivo, y el repertorio, desafortunado. Conviene paladear en silencio todos sus recovecos y culminar una buena jornada de esquí en el comedor panorámico, mejor atendido durante la cena que en el desayuno, poco relevante en su selección de calientes. Nadie debería perderse tampoco una visita al spa, el primero que se instaló en la red de Paradores y que ha marcado un antes y un después en el diseño de sus nuevos establecimientos. Éste de Vielha ofrece piscina climatizada interior y exterior comunicadas, bañera de hidromasaje al aire libre, saunas, tumbonas, pediluvio, así como una amplia carta de tratamientos: Rosa de Bulgaria, Masaje Montcorbison, Beso Blu, Abrazo Marino, Abrazo de Chocolate...
En las habitaciones, orientadas a la montaña mediante una estructura reticular de balconcillos, se recrea la historia del esquí aranés en unas fotografías bien presentadas frente a un hábil juego de espejos y una iluminación halógena capaz de incidir en los detalles más particulares de la estancia. Las mejores incluyen un salón propio decorado en tonos suaves y una terraza, ideal para disfrutar del verano en el valle.
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